martes, 26 de febrero de 2019




PATRIA LARGA, de Jorge Ita Gómez

Característica de la literatura es su capacidad de contener un significado amplio, intensificado, que agregue a lo denotativo o descriptivo valores connotativos de múltiple radiación afectiva y volitiva. Y es que en el magma literario –en lo poético- la naturaleza humana está crepitando su rica complejidad mediante una visión fraterna, de emoción, recogida del propio lenguaje. En “Patria larga” (2018) de Jorge Ita Gómez aparece un sentido de fraternidad, con valores que representa la escritura como un acto de amistad, de nexo con otros países hermanos y de comunicación en la medida que, en cada poema, se advierte la presencia del “otro”: según aparece en los títulos dedicados a “Marcelino en Chile” (paráfrasis del libro y película española), “El balcón de Guillermina”, “Alabanzas infinitas en versos breves a la celeste serenidad de Ana María Goëde, a Nelson Carrizo (en “Poeta minero”), a Jéssica Pamela Orrego (en “la dulce amada del poeta”); a la gran tríada: Huidobro, Neruda y Parra.

Esta poesía de Ita Gómez busca la expresión llana y afectuosa, cuya palabra despliega, a través de la emoción, una profunda “carga” y “descarga” afectiva al hablar de su entrañable estadía en Chile, de su geografía tenaz, del amor y los encantos de sus mujeres, de sus amigos que lo aguardan, hablándoles con el peculiar dejo sureño: “Cabrita mía linda/ Y de nadie más/ Que de mi corazón/ Te pregunto siempre/ ¿Cómo estái? (“Pololeando con vo”). Pero también presentimos el discurrir del tiempo, de los sueños, incluso la soledad de los caminos, con los que entreteje poemitas macerados de evidencias y armonía: “Solo mi corazón/ Sube el camino/ Polvo en el viento/ Como en el viejo oeste/ Se oía una canción/ De moda hace tiempo/ En una taberna/ Botellas iban y venían/ Se destapó el recuerdo/ Y empecé a disparar/ A diestra y siniestra/ Las letras de este canto:/ Solo mi corazón/ Sabe el camino/ Polvo en el viento/ De Machalí a Rancagua”. (“De Machalí a Rancagua”).

El poeta es un ser cordial en la vida y en la propia muerte, como en el excelente “Parraverseando con lira enlutada” (p. 63), dedicado a la partida física de Nicanor Parra, al que Ita Gómez se dirige con desparpajo y ternura a la vez, reprendiéndolo por ceder frente a la muerte, que no será él quien apague la luz de la trascendencia: “Que El último apaga la luz ni qué ocho cuartos/ No seré yo quien lo haga NICA gando/ Ni seré yo quien deshoje las margaritas/ Marchitas de la muerte por nadie JAMÁS// (…)// No se nos haga el payaso sin dentadura/ Ni nos tome por tontos el pelo de nuevo/ No se nos muera Nicanor vuelva a la vida/ Esa a la que le gustaba sacarle cachita/ Y la lengua todo despeinado por la brisa/ Con esos ojazos de loco bueno a pura risa/ Que El último apaga la luz ni qué ocho cuartos”.

Este homenaje a Parra, es también una implícita deuda con su poesía. En efecto, por la ruta de la antipoesía, o mejor dicho, de su tradición es que Ita Gómez nos muestra un conjunto de textos con un fluir natural, de hábiles quiebros coloquiales. El viajero se siente cómodo en el andén del autor de los “artefactos”, más que en la estación vallejiana, donde había recalado, especialmente, en “Ansianhelante (1998) y “Poemas cifrados en algodón con sangre” (2002).

“Patria larga” es un poemario de dulces tonadas, que incentiva el abrazo latinoamericano.