GAMALIEL CHURATA EN REVISTAS “LA
TEA” DE PUNO, Y “GESTA BÁRBARA” DE POTOSÍ
I
La Tea: primer brote de indigenismo
El itinerario vital de Gamaliel Churata, seudónimo de Arturo Peralta
Miranda (1897), está trazado por álgidos momentos de agonía y éxtasis, encendidos arrebatos
líricos y amargas decepciones; pero en medio de este tríptico apasionado que
sintetiza su vida, Gamaliel estuvo envuelto por una impronta visionaria y por
una fe luminosa en el porvenir de su pueblo y de la América profunda. Todo ello
determinaría su explícita vocación por la enseñanza y su activismo hacia la
prédica social.
Desde muy temprano, su padre don Demetrio Peralta, que era un ferviente
devoto de la doctrina católica, lo encaminó hacia la lectura de textos
religiosos que Gamaliel leía ávidamente, y que acrisoló con los años junto con
un gran poder intelectivo, interpolando profundas lecturas de autores griegos y
latinos, con una introspección cabal de la realidad indígena. “¿Desde cuándo y
cómo conocimos a Churata?”, recuerda Emilio Vásquez, su amigo y discípulo:
Para repetir una vez más la frase, diremos que ´desde siempre´, es decir,
desde cuando todavía éramos (nosotros) unos despreocupados estudiantes de
primaria en el histórico Centro Escolar de Varones 881, de la ciudad de Puno.
Arturo Peralta era ya entonces un ´joven intelectual´, bastante conocido en el
medio. Conocido, sobre todo, por su espíritu propenso a la polémica. Arturo Peralta,
que aún no era el Gamaliel Churata de la historia, había egresado tres o cuatro
años antes, precisamente de aquel centro de estudios primarios dirigido por don
José Antonio Encinas a quien se le ha de tener, sin duda, como el posible forjador
de la generación que había actuado en “Bohemia Andina”. (1)
Estos primeros momentos tienen un gran significado porque representan uno
de los capítulos claves para entender la futura formación de “Orkopata”, grupo
de avanzada vanguardista. Encinas era un extraordinario maestro que impulsó una
nueva orientación pedagógica muy renovadora para esa ciudad lacustre de la
primera década del siglo pasado. José Tamayo Herrera señala:
Encinas fue para la generación de Orkopata lo que fue Giesecke para la
generación de la Escuela Cuzqueña, el motor, el guía, que despertó las inquietudes
y que encendió en sus alumnos el amor por las letras y por los valores
vernáculos”. (2)
Vinculados estrechamente por el medio telúrico, y como una forma de escapar
de la mediocridad circundante llevó a estos adolescentes a agruparse en “Bohemia
Andina” (1915), que se desarrolla casi a la par con otras experiencias
literarias: “Norte”, en Trujillo; “Colónida”, en Lima; y Aquelarre en Arequipa.
Este primer brote juvenil de espíritus tan inquietos y disonantes sería
encauzado posteriormente en “La Tea”. Esta revista tuvo trece números, y empezó
a editarse a partir del 28 de julio de 1917 hasta el 22 de febrero de 1920. Una
primera etapa está marcada –a pesar del larvado nativismo- por un cromatismo todavía
finisecular y decadente. Los seudónimos literarios daban cierto aire exquisito
y aristocrático a sus redactores: El abanderado y el ideólogo Churata, por
entonces firmaba como Juan Cajal y su seudónimo, de sabor muy castizo,
contradecía su recalcitrante posición ideológica”. (3) Por su parte, Alejandro
Peralta era Goy de Hernández, Emilio Armaza: Oswaldo Kerlor, Aurelio Martínez: Américo
Frances.
Luego, en una segunda etapa, ese indigenismo incipiente se potencializa
hasta desembocar definitivamente en lo que sería la eclosión vanguardista de “Orkopata”.
Este viraje hacia un indigenismo medular se debió, en particular, al viaje que,
en setiembre de 1917, hizo Churata a la Paz, y luego a la ciudad minera de
Potosí en donde –al lado de un bizarro y entusiasta grupo de jóvenes escritores
bolivianos- fundó “Gesta Bárbara” (1918) que, con los años, se convertiría en
uno de los más interesantes movimientos en favor del nativismo literario que
remeciera los cimientos culturales del hermano país del Altiplano. Este proceso
de ajuste y de profundización del espíritu aymara incidirá poderosamente en “La
Tea”, gracias a la influencia de Churata quien era un constante colaborador de
dicha revista que, luego, de su viaje a Bolivia, estaba siendo dirigida por su
hermano Alejandro Peralta.
La revista puneña de clara orientación postmodernista, tuvo una función
similar a la de su contemporánea “Gesta Bárbara”. En ambas publicaciones
todavía la presencia del estilo modernista es muy notoria, aunque de aquella
escuela, los poetas supieron asimilar el cosmopolitismo y la preocupación por
lo americano. A pesar que los temas de origen andino eran cada vez más
frecuentes la figura del indio mantenía cierta influencia romántica y exótica.
Sin embargo, gracias a ese hálito primigenio, se filtrará poco a poco en la revista
una estética de mayor ligazón con el sufrimiento y el dolor humanos,
abandonando ese colorido y estilización inicial. Socialmente, aquella juventud
puneña fue defensora de las causas indígenas.
En una misiva enviada a Mariátegui el año de 1926, Churata escribía:
Cuando Ud. probablemente se nutría de selecta literatura, lo que sin duda
le ha procurado esa admirable pureza y agilidad de su expresión, yo vomitaba
(siempre solo podré hacer eso) toda la dinamita que la esclavitud del indio
producía en mis nervios. A los quince años desafiaba a duelo a un gamonal, a
causa de los indios, y a los diecisiete me encarcelaban a causa de haber
insultado al gobierno de Benavides.
Contra el conservadurismo y la oligarquía, defendida con energía por
políticos, terratenientes, y contra algunos diarios y revistas elitistas del
medio, como “Ondina” de Gustavo Manrique, aquella generación derivó hacia
posiciones ideológicas más radicales, de clara intención anarquista –tendencia anticlerical
y antiacadémica-. De allí su fervorosa devoción por Manuel González Prada,
Francisco Chuquiwanca Ayulo, Federico More. Este último, enviaría en 1918 a los
redactores de “La Tea” un vehemente ideario de acción que debe ser tomado en
cuenta como uno de los primeros manifiestos que llamó la atención para iniciar
una verdadera estética andinista. Leamos:
Pensamos con el alma de nuestra tierra bravía, casta i limpia, i verá Ud.
cómo, el pensamiento original, autóctono, virgen, será el que cree la autonomía
política, el arte andino, la libertad económica, lo nuestro, nuestra música y
nuestra pintura, con nuestra gama pentafónica i nuestro paisaje lleno de una
luz azul i purísima mil veces superior a esa luz blanca que tanto enorgullece a
Sorolla. I esa es la lucha. Con todas las armas. Con el verso i con el rifle,
con el amor o con el desdén, con el odio i la filantropía. Con el arte i con la
fuerza, con la belleza i la sátira. Esa es la misión que la juventud que usted
encabeza, debe sostener. La autoctonía, mi querido amigo, la autoctonía.
II
La literatura como una gesta bárbara
En un artículo titulado “Sobre los orígenes de Gesta Bárbara”, Wálter
Dalence Patiño sostiene que Wálter Dalence Morales (su padre), Carlos
Medinaceli, Armando Alba, Alberto Saavedra y María Gutiérrez, “antes de la
llegada de Churata ya tenían la agrupación, lo que les faltaba era el nombre y
fue precisamente Gamaliel quien lo daría”. (4) Frente a la certeza o equívoco
de estas palabras, no pretendo ser dueño de la verdad; solo transcribiré la
versión contada por los propios integrantes del grupo. El mérito, sin duda, es
para cada uno de los fundadores de “Gesta Bárbara”, pero parece ser que el Sr.
Wálter Dalence Patiño, en su carta de aclaración, trata de restar importancia la
participación de Gamaliel Churata, como si ello opacara en algo la trascendencia
de los demás “bárbaros”, entre ellos su ilustre padre. Según versión de los
propios fundadores, el origen de “Gesta Bárbara” se debió gracias a la fusión
de los círculos literarios: “Los Raros” y los “Noctámbulos”. En las palabras
liminares del libro La mala senda,
comedia de Valentín Meriles, publicada en 1923, Carlos Medinaceli relata la
etapa heroica del grupo:
Hacia 1918, muchachos aficionados a las letras, dimos en reuniones en casa
de Desiderio Ribera para recitar versos, contar chistes, oír música, a lo que
llamábamos “hacer arte”. En el conciliábulo, lo bautizamos con un apodo
rebendariano, “Los Raros”: había poetas, cuentistas, críticos, pintores,
músicos (…) “Los Raros” nos fundimos con los “Noctámbulos” acaudillados por
Juan Cajal y publicamos Gesta Bárbara.
Esta afirmación también fue suscrita por otros integrantes:
Por inevitable selección de dos cenáculos, en número no mayor de siete u
ocho, fundamos la revista de arte que tamaña resonancia tuvo en su hora en la
juventud del país. (Armando Alba)
Por coincidencia feliz, los integrantes de los dos grupos fundadores en
1918 de “Gesta Bárbara”, concurríamos separada o conjuntamente, a las reuniones
de carácter cultural que María Gutiérrez de Medinaceli promovía en ciertos días
de la semana. Es posible que en estas reuniones se hubiera insinuado la idea de
unificar aquellos dos grupos. (Alberto Saavedra Nogales).
La influencia de Churata y su estrecha vinculación con los “bárbaros” está plenamente
demostrada en las siguientes confesiones. Juan Medinaceli dirá:
Juan Cajal, hoy Gamaliel Churata. Mucho habría que escribir sobre su
entonces ´genial´ personalidad y su labor, verdaderamente evangélica en Potosí.
Lo cierto es que el gran corazón y gran espíritu que es Churata, más que el
bíblico precursor del Mesías el Gamaliel Hebreo, nos resultó el Divino Maestro.
¡Porque de los dispersos galileos que éramos nos conjuncionó y nos enseñó a ser
revolucionarios como Cristo, y nos infundió el ánimo, nos insufló la audacia
para asaltar el mosaico templo de la rutina aldeana, derribar,
iconoclásticamente los ´ídolos del foro´ y los ´ídolos de la tribu´ y predicar
la Buena Nueva de la redención estética!
Por su parte, Alberto Saavedra Nogales sostendrá que:
La simpática figura de Arturo Peralta, su carácter apostólico, su inmensa
voluntad de trabajo, y su vasta experiencia en publicaciones y artes gráficas,
fueron otras tantas aglutinantes para la consolidación del grupo bárbaro.
Y por último, Wálter Dalence (padre de Wálter Dalence Patiño) recuerda:
Cuando lo conocimos en Potosí para fundar “Gesta Bárbara”, nos impresionó
profundamente. Llevábamos nosotros una juventud tarambana y pistolera, y la
vida, el amor y el miedo eran para nosotros simples accidentes. No me explico
hasta ahora, cómo Gamaliel Churata, el grande y noble amigo y que fue el hombre
que nos arrancó de nosotros mismos, me hubiera considerado digno se ser miembro
de la selecta y admirable juventud.
El épico y sonoro “Gesta Bárbara” -que se extiende al movimiento y a la
revista grupal- contiene una ruptura y un distanciamiento esencial con aquellos
membretes todavía cargados de embriaguez y decadentismo esnobista. Además, hay
en el nombre una fuerte expresión onomatopéyica que liga los orígenes con el
porvenir, la vastedad del terruño con la vitalidad de la raza. Esta vernácula
aliteración verbal –presente también en “La Tea” y en “Orkopata”- está teñida
de sentimiento andino y una preocupación cardinal por lo americano. De allí que
el nombre de la revista:
tiene que ser algo heroico porque tenemos que luchar contra la bestia policéfala
del monstro colectivo, y algo fuerte, catastrófico, algo bárbaro!... Entonces, uno
de los nuestros, el más noctámbulo de todos los noctámbulos que no sabíamos
cómo, pero que providencialmente cayó en Potosí desde Puno del Perú, Juan
Cajal, discurrió el consorcio feliz: ¡Gesta Bárbara!” (5).
Hicieron profesión de fe del grupo: Carlos Medinaceli, Wálter Dalence,
María Gutiérrez de Medinaceli, Armando Alba, José Enrique Viaña, Arturo Peralta
(Juan Cajal), Alberto Saavedra Nogales, Valentín Meriles, Daniel Zambrana
Romero, Félix Mendoza, Fidel Rivas. Estos jóvenes artistas acusaban en sus gestos
y obras, una sensibilidad nueva que armonizaba con los temas rurales, y con los
valores éticos que apuntaban a forjar una patria diferente. El torrente vital
de escepticismo, de bohemia y oposición contra el medio hostil fue una práctica
saludable para buscar una expresión nueva, de preocupación por los orígenes. Churata
diría:
quisimos inyectar licores primitivos en la sangre intoxicada, barbarie, es
decir transparencia y salud mental y física.
Asimismo, ante la suntuosidad y el lujo versallesco impusieron nuevos
paradigmas poéticos como Herrera y Reissing, Reynolds, Lugones, Juan Ramón
Jiménez, Whitman, Verlaine…; y en la prosa: Unamuno, Baroja, Proust,
Dostowyesky, etc. Pero en esencia ¿Cuál fue la importancia de “Gesta Bárbara”
en el proceso de la literatura boliviana? Aquella generación del “18” –similar a
la de “La Tea”- realizó con hondo sentido nacional, una labor de introspección
que le permitió volcarse hacia la identidad, pero sin que ello significara desaprovechar
la experiencia mundial. Esto trajo como consecuencia una nueva forma de
entender los problemas del arte en función con el ser americano.
Luego de aquel estetismo afrancesado y decadente que tiñó, en un primer
momento, la literatura de los “bárbaros”, estos evolucionaron hacia una senda
más hispánica para arribar, finalmente, a la estación madura en donde
cimentaron las bases de una literatura auténticamente boliviana. Y su
influencia fue tan grande que alcanzó a otras generaciones de jóvenes
escritores como aquellos que irrumpieran en 1944, y que se autodenominaron “Segunda
Generación de Gesta Bárbara”, los cuales continuarían con los principios e
ideales que animaron antaño a los fundadores, pero con un mayor sustento
ideológico y social.
La preocupación por el indio y las cuestiones políticas y sociales en
Churata, están presentes desde el inicio de “Gesta Bárbara”. En el prólogo del
libro Voces áulicas de Armando Alba –texto de 1918 que abre la serie de
publicaciones del grupo-, el futuro autor de El Pez de oro plantea algunas disquisiciones económicas a partir de
temas tan antagónicos como la riqueza y la pobreza; y luego de reflexionar
sobre la “aflictiva situación de los desheredados”, sostendrá que:
“en la América española, este
problema sustancialmente económico, reviste caracteres diferentes. Es el grito
del indio víctima de las rapacidades de curas sin conciencia” (…) “ahítos de
ferocidad y huérfanos de sentido común para interpretar las leyes del estado.”
(…) “pero mientras tanto, queda para la cuerda romántica del aeda, motivos de
inspiración en la obstinada resistencia que opone el indio a la avasalladora
influencia de otra civilización que tiende a anular su personalidad para
fundirla en su gran retorta, donde se purifican todos los ambientes que tienen
olor a catacumbas”.
III
Coda
La filiación social de Churata se enlaza con su vocación de animador de
grupos literarios y revistas. Producto de su recia personalidad y bajo su
magisterio se formaron “Bohemia Andina”, “La Tea” “Gesta Bárbara”, “Orkopata”.
Debido a esta innata cualidad, debemos considerar a Churata como uno de los
grandes animadores culturales del país.
De manera colectiva, cada uno de los integrantes de “La Tea” y de “Gesta
Bárbara” asistieron a la creación heroica de una nueva sensibilidad; todos
ellos acusaron un sentimiento y un fervor por el ambiente y el lar nativo. Su afirmación
fue un acto de ruptura y de protesta ante esa visión coyuntural y deformadora
de la esencia del indio. De allí que tuvieran una actitud cuestionadora de la
literatura y la historia, reflejada en esa “cultura de la altura”, muy presente en sus obras. Y su inmersión
en lo mágico y mítico de fuertes raíces andinas, los colocó como forjadores de
una literatura de raigambre nacional y americana.
NOTAS
(I)- “Churata y su obra”, en Gamaliel
Churata. Antología. Ediciones Instituto Puneño de Cultura. Lima, 1971: pp.
433-447.
(2)- Historia social e indigenismo en
el Altiplano, de José Tamayo Herrera. Edic. Treintaitrés, Lima, 1982: p.
254.
(3) En una entrevista publicada en Última
Hora, La Paz, 4 de junio de 1932, Churata resumió esta “razonable”
contradicción derivada de la oposición de sus seudónimos: “Cuando yo me llamaba
Juan Cajal –y su recuerdo me ruboriza por el excesivo sabor hispánico que
tiene- era ya un emotivo de la causa de los indios, pero estéticamente
pertenecía al modernismo snobista que ha sido nuestro alimento primigenio.
Gamaliel Churata corresponde a la mayoría de edad en que los valores
subsidiarios del espíritu son reemplazados por la necesidad orgánica de la
generación. Es así que mi nombre definitivo plasma la naturaleza de mi
ideología”.
(4)- Publicado en El Diario de la
Paz, el 24 de agosto de 1997, y fue dirigido al poeta Marcelo Arduz, quien
fuera coordinador en Bolivia de las actividades realizadas por el centenario
del nacimiento de Gamaliel Churata.
(5)- Atrevámonos a ser bolivianos.
Vida y epistolario de Carlos Medinaceli, de Mariano Baptista Gumucio. Edic.
Amigos del Libro. La Paz, 1984: pp. 140-143.