miércoles, 17 de enero de 2024

 

POETAS DEL NOVENTA

 

 

Los jóvenes poetas peruanos, que irrumpieron con fuerza en la escena cultural durante los primeros años de la década del noventa, traían consigo el estigma y el sello de una época signada por la violencia social y política, pero a la vez, reflejaban en sus actos y en sus obras posturas más acordes con los nuevos tiempos y una madura aclimatación frente a la crisis material y espiritual que roía entonces los cimientos de la sociedad peruana. A mi juicio, son tres las fechas que definieron los rasgos peculiares de esta nueva hornada de poetas: 1990-92, 1993-97 y 1998 hacia delante.

 

Inicio del desborde generacional

 

El inicio de la década significó para el país no solo la consolidación de la democracia a través del impulso de estilos políticos no tradicionales, sino también la implantación por el régimen fujimorista del modelo neoliberal, cuyo primer negro capítulo fue el traumático shock económico de aquel aciago mes de agosto de 1990. A pesar de desarrollarse en un escenario adverso e incierto producto del fenómeno de la violencia senderista los jóvenes vates empezaron a activar una atmósfera poética que corría con la misma velocidad de un reguero de pólvora: “los jóvenes de los años noventa recibieron un país casi en ruinas (…) vivieron una situación de aislamiento y temor constante, al salir a las calles, al ir a estudiar. Era un temor producto de la violencia extrema que asolaba al país en conjunto, pues, a diferencia de la década anterior, el terrorismo ya no solo se mantuvo en el campo, sino que se trasladó a la ciudad”. (1)

 

La efervescencia y la ebullición creadora se manifestó con la multiplicación de recitales poéticos realizados en forma masiva; con la publicación de numerosas plaquetas, revistas y de los primeros libros. Sumado a ellos, cuajaron diversos grupos de poesía principalmente nucleados dentro de las universidades en donde estos jóvenes desarrollaban sus estudios, como Noble Katerba, Neón, Vanaguardia, Estación 32, el Taller de Poesía de la Universidad de Lima, el grupo de la Universidad Garcilaso de la Vega, Mammalia, Geranio Marginal, Aedosmil, Libro Abierto, trincheras (Chimbote), Ángeles del Abismo (Piura), Urcututo (Iquitos), Veta Andina (Cerro de Pasco), José María Arguedas (Tacna), Asco Literario (Ica), Parhua (Abancay), etc.

 

 

Año decisivo y simbólico

 

Sin duda, 1992 se configura como un año hito cuyos cauces habrán de influir en la vida nacional, principalmente con la captura de Abimael Guzmán. Ese año se fija decididamente el inicio de la derrota de las huestes guerrilleras de Sendero Luminoso y del Movimiento revolucionario Túpac Amaru; igualmente, es ejecutado el autogolpe de Estado de modelo fujimorista. Luis Hernán Ramírez señaló que: “1992 resulta ya para la vida política peruana un momento decisivo. El autogolpe de estado del 5 de abril de este año que clausuró el Congreso Nacional, suspendió las garantías constitucionales y vulneró la autonomía del poder judicial y de otros organismos centrales y extrapolíticos entregando todo el poder a las fuerzas armadas y al sector financiero empresarial del país nos pone frente a un orden distinto a todo lo anterior constituyendo un entorno político-social propicio para dar nacimiento a una nueva generación poética”. (2)

 

Esa búsqueda de identidad individual y colectiva de los jóvenes poetas coincidió también con aquellas reformulaciones e interpretaciones del ser americano. 1992 se constituye en una fecha de reflexión ante los 500 años de “colonización” de América que puso sobre el tapete nuevos modos de entender la identidad continental. Como se puede vislumbrar el 92 podría significar, por su trascendencia y su alto simbolismo, el año hito para encerrar en torno a él la aparición de la nueva sensibilidad poética. Nuestro artículo prioriza, sin embargo, la secuencia vital y progresiva del grupo. Por ende, ese nacimiento preferimos derivarlo hacia 1990, fecha que sintetiza mejor la ebullición del brote espontáneo y “generacional”. En general los años noventa fueron muy pródigos en fechas conmemorativas. Cabe resaltar los centenarios del nacimiento de autores que en sus obras sustentan la peruanidad, como César Vallejo (1892-1992), José Carlos Mariátegui (1894-1994) y Gamaliel Churata (1897-1997).

 

 

Asunción espiritual y verbal

 

Las consecuencias inmediatas, derivadas de este nuevo “militarismo” en el Perú, se evidencian en los atropellos y en las arbitrarias acciones represivas que apuntaban no solo al sometimiento de la anarquía social sino, también, al enclaustramiento ideológico y espiritual. De allí que el periodo 1993-97, constituye para los poetas y la juventud en general una etapa de reflexión, de auto análisis y de búsqueda personal mediante un estado de retroalimentación de los diversos procesos críticos por los que atravesaba entonces la sociedad peruana.

                                                                    

En ese sentido, aquel repliegue espiritual no traducía una actitud autocomplaciente, sino más bien expresaba esa latente cosificación social que se dio a través de la inmersión y el auto reconocimiento como únicas vías para ejercitar otra liberación, que ha de traducirse socialmente a partir de 1998, con una nueva toma de conciencia llegando, incluso, a la violencia participativa que tuvo como punto álgido las protestas y las marchas universitarias contra el referéndum y el autoritarismo gubernamental, que finalmente con la marcha de los Cuatro Suyos y la difusión de los “vladivideos” derivaron en la disolución del régimen fujimorista. (3) Frente a aquellos actos reprimidos se impusieron estos actos liberados que no formaban parte de una nueva etapa sino fueron consecuencia directa de aquel proceso de desajuste e introyección social vivido en años anteriores.  Esa actitud liberadora se reflejó también en el ámbito verbal y en la madurez con que fue encarado el texto poético.

 

 

Pasado en claro

 

Las tres fases antes mencionadas se pueden resumir del siguiente modo: 1) de 1990 a 1992, se da inicio el desborde generacional, 2) de 1993 a 1997, existe una postura de mayor carácter introspectivo y 3) de 1998 hacia delante, se expresa una conducta de acción liberadora. Vemos, pues, cómo desde ese doloroso tránsito llenos de sesgos, escisiones y fracturas que fue iniciado en los primeros años de la década, se va configurando lentamente a finales de los noventa una recomposición de uno de sus elementos más anárquicos y volitivos: el de la fragmentación, rasgo distintivo de estos poetas quienes vertebraron su jornada artística y vital a partir de esas “quebradas experiencias”, de acuerdo al sugerente título del libro de poemas de Xavier Echarri. Estos vates se constituyeron en escritores-puente de una y otra etapa. Aquí radica su vitalidad y, en cierta forma, su trascendencia: convertirse en ese gran eslabón generacional, sin el cual no podría entenderse las nuevas poéticas surgidas a partir del 2000, no tanto para revelar una escritura unificada, sino el de plena conciencia poética.

 

 

Notas:

 

(1) De Literatura Peruana, fascículo Nº 38 dedicado a la poesía del noventa, especialmente a la obra de Xavier Echarri; en diario Expreso, Lima, 15 de junio de 1998.

 

(2) Las generaciones en la poesía peruana del siglo veinte. Discurso pronunciado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el 22 de enero de 1991, y publicado luego, al año siguiente, en forma de separata.

 

(3) “La realidad que los asiste —según palabras de Víctor Delfín—les exige un cambio radical, un salir por fin del despeñadero al cual nosotros, los adultos, hemos conducido, con nuestra pusilanimidad, egoísmo, indiferencia, ignorancia u oportunismo político (…) ustedes que salieron a las calles hace rato arriesgándose a ser tomados como senderistas, terroristas, y que han manifestado generosamente su amor al Perú, exponiéndose a las golpizas de los esbirros del gobierno y que han demostrado al mundo que no son la generación X sino la vanguardia, la reserva moral que ha asumido la responsabilidad de cambiar el destino de todos los peruanos…” “Carta abierta a la juventud peruana, el fin del fujimontesinismo”. En La República, jueves 23 de marzo del 2000.

 

 

viernes, 12 de enero de 2024

 

GAMALIEL CHURATA EN REVISTAS “LA TEA” DE PUNO, Y “GESTA BÁRBARA” DE POTOSÍ

 

I


La Tea: primer brote de indigenismo

 

El itinerario vital de Gamaliel Churata, seudónimo de Arturo Peralta Miranda (1897), está trazado por álgidos momentos de agonía y éxtasis, encendidos arrebatos líricos y amargas decepciones; pero en medio de este tríptico apasionado que sintetiza su vida, Gamaliel estuvo envuelto por una impronta visionaria y por una fe luminosa en el porvenir de su pueblo y de la América profunda. Todo ello determinaría su explícita vocación por la enseñanza y su activismo hacia la prédica social.

 

Desde muy temprano, su padre don Demetrio Peralta, que era un ferviente devoto de la doctrina católica, lo encaminó hacia la lectura de textos religiosos que Gamaliel leía ávidamente, y que acrisoló con los años junto con un gran poder intelectivo, interpolando profundas lecturas de autores griegos y latinos, con una introspección cabal de la realidad indígena. “¿Desde cuándo y cómo conocimos a Churata?”, recuerda Emilio Vásquez, su amigo y discípulo:

Para repetir una vez más la frase, diremos que ´desde siempre´, es decir, desde cuando todavía éramos (nosotros) unos despreocupados estudiantes de primaria en el histórico Centro Escolar de Varones 881, de la ciudad de Puno. Arturo Peralta era ya entonces un ´joven intelectual´, bastante conocido en el medio. Conocido, sobre todo, por su espíritu propenso a la polémica. Arturo Peralta, que aún no era el Gamaliel Churata de la historia, había egresado tres o cuatro años antes, precisamente de aquel centro de estudios primarios dirigido por don José Antonio Encinas a quien se le ha de tener, sin duda, como el posible forjador de la generación que había actuado en “Bohemia Andina”. (1)

 

Estos primeros momentos tienen un gran significado porque representan uno de los capítulos claves para entender la futura formación de “Orkopata”, grupo de avanzada vanguardista. Encinas era un extraordinario maestro que impulsó una nueva orientación pedagógica muy renovadora para esa ciudad lacustre de la primera década del siglo pasado. José Tamayo Herrera señala:

Encinas fue para la generación de Orkopata lo que fue Giesecke para la generación de la Escuela Cuzqueña, el motor, el guía, que despertó las inquietudes y que encendió en sus alumnos el amor por las letras y por los valores vernáculos”. (2)

 

Vinculados estrechamente por el medio telúrico, y como una forma de escapar de la mediocridad circundante llevó a estos adolescentes a agruparse en “Bohemia Andina” (1915), que se desarrolla casi a la par con otras experiencias literarias: “Norte”, en Trujillo; “Colónida”, en Lima; y Aquelarre en Arequipa. Este primer brote juvenil de espíritus tan inquietos y disonantes sería encauzado posteriormente en “La Tea”. Esta revista tuvo trece números, y empezó a editarse a partir del 28 de julio de 1917 hasta el 22 de febrero de 1920. Una primera etapa está marcada –a pesar del larvado nativismo- por un cromatismo todavía finisecular y decadente. Los seudónimos literarios daban cierto aire exquisito y aristocrático a sus redactores: El abanderado y el ideólogo Churata, por entonces firmaba como Juan Cajal y su seudónimo, de sabor muy castizo, contradecía su recalcitrante posición ideológica”. (3) Por su parte, Alejandro Peralta era Goy de Hernández, Emilio Armaza: Oswaldo Kerlor, Aurelio Martínez: Américo Frances.

Luego, en una segunda etapa, ese indigenismo incipiente se potencializa hasta desembocar definitivamente en lo que sería la eclosión vanguardista de “Orkopata”. Este viraje hacia un indigenismo medular se debió, en particular, al viaje que, en setiembre de 1917, hizo Churata a la Paz, y luego a la ciudad minera de Potosí en donde –al lado de un bizarro y entusiasta grupo de jóvenes escritores bolivianos- fundó “Gesta Bárbara” (1918) que, con los años, se convertiría en uno de los más interesantes movimientos en favor del nativismo literario que remeciera los cimientos culturales del hermano país del Altiplano. Este proceso de ajuste y de profundización del espíritu aymara incidirá poderosamente en “La Tea”, gracias a la influencia de Churata quien era un constante colaborador de dicha revista que, luego, de su viaje a Bolivia, estaba siendo dirigida por su hermano Alejandro Peralta.

 

La revista puneña de clara orientación postmodernista, tuvo una función similar a la de su contemporánea “Gesta Bárbara”. En ambas publicaciones todavía la presencia del estilo modernista es muy notoria, aunque de aquella escuela, los poetas supieron asimilar el cosmopolitismo y la preocupación por lo americano. A pesar que los temas de origen andino eran cada vez más frecuentes la figura del indio mantenía cierta influencia romántica y exótica. Sin embargo, gracias a ese hálito primigenio, se filtrará poco a poco en la revista una estética de mayor ligazón con el sufrimiento y el dolor humanos, abandonando ese colorido y estilización inicial. Socialmente, aquella juventud puneña fue defensora de las causas indígenas.

En una misiva enviada a Mariátegui el año de 1926, Churata escribía:

Cuando Ud. probablemente se nutría de selecta literatura, lo que sin duda le ha procurado esa admirable pureza y agilidad de su expresión, yo vomitaba (siempre solo podré hacer eso) toda la dinamita que la esclavitud del indio producía en mis nervios. A los quince años desafiaba a duelo a un gamonal, a causa de los indios, y a los diecisiete me encarcelaban a causa de haber insultado al gobierno de Benavides.

 

Contra el conservadurismo y la oligarquía, defendida con energía por políticos, terratenientes, y contra algunos diarios y revistas elitistas del medio, como “Ondina” de Gustavo Manrique, aquella generación derivó hacia posiciones ideológicas más radicales, de clara intención anarquista –tendencia anticlerical y antiacadémica-. De allí su fervorosa devoción por Manuel González Prada, Francisco Chuquiwanca Ayulo, Federico More. Este último, enviaría en 1918 a los redactores de “La Tea” un vehemente ideario de acción que debe ser tomado en cuenta como uno de los primeros manifiestos que llamó la atención para iniciar una verdadera estética andinista. Leamos:

Pensamos con el alma de nuestra tierra bravía, casta i limpia, i verá Ud. cómo, el pensamiento original, autóctono, virgen, será el que cree la autonomía política, el arte andino, la libertad económica, lo nuestro, nuestra música y nuestra pintura, con nuestra gama pentafónica i nuestro paisaje lleno de una luz azul i purísima mil veces superior a esa luz blanca que tanto enorgullece a Sorolla. I esa es la lucha. Con todas las armas. Con el verso i con el rifle, con el amor o con el desdén, con el odio i la filantropía. Con el arte i con la fuerza, con la belleza i la sátira. Esa es la misión que la juventud que usted encabeza, debe sostener. La autoctonía, mi querido amigo, la autoctonía.

 

II


La literatura como una gesta bárbara

 

En un artículo titulado “Sobre los orígenes de Gesta Bárbara”, Wálter Dalence Patiño sostiene que Wálter Dalence Morales (su padre), Carlos Medinaceli, Armando Alba, Alberto Saavedra y María Gutiérrez, “antes de la llegada de Churata ya tenían la agrupación, lo que les faltaba era el nombre y fue precisamente Gamaliel quien lo daría”. (4) Frente a la certeza o equívoco de estas palabras, no pretendo ser dueño de la verdad; solo transcribiré la versión contada por los propios integrantes del grupo. El mérito, sin duda, es para cada uno de los fundadores de “Gesta Bárbara”, pero parece ser que el Sr. Wálter Dalence Patiño, en su carta de aclaración, trata de restar importancia la participación de Gamaliel Churata, como si ello opacara en algo la trascendencia de los demás “bárbaros”, entre ellos su ilustre padre. Según versión de los propios fundadores, el origen de “Gesta Bárbara” se debió gracias a la fusión de los círculos literarios: “Los Raros” y los “Noctámbulos”. En las palabras liminares del libro La mala senda, comedia de Valentín Meriles, publicada en 1923, Carlos Medinaceli relata la etapa heroica del grupo:

Hacia 1918, muchachos aficionados a las letras, dimos en reuniones en casa de Desiderio Ribera para recitar versos, contar chistes, oír música, a lo que llamábamos “hacer arte”. En el conciliábulo, lo bautizamos con un apodo rebendariano, “Los Raros”: había poetas, cuentistas, críticos, pintores, músicos (…) “Los Raros” nos fundimos con los “Noctámbulos” acaudillados por Juan Cajal y publicamos Gesta Bárbara.

 

Esta afirmación también fue suscrita por otros integrantes:

Por inevitable selección de dos cenáculos, en número no mayor de siete u ocho, fundamos la revista de arte que tamaña resonancia tuvo en su hora en la juventud del país. (Armando Alba)

 

Por coincidencia feliz, los integrantes de los dos grupos fundadores en 1918 de “Gesta Bárbara”, concurríamos separada o conjuntamente, a las reuniones de carácter cultural que María Gutiérrez de Medinaceli promovía en ciertos días de la semana. Es posible que en estas reuniones se hubiera insinuado la idea de unificar aquellos dos grupos. (Alberto Saavedra Nogales).

 

La influencia de Churata y su estrecha vinculación con los “bárbaros” está plenamente demostrada en las siguientes confesiones. Juan Medinaceli dirá:

Juan Cajal, hoy Gamaliel Churata. Mucho habría que escribir sobre su entonces ´genial´ personalidad y su labor, verdaderamente evangélica en Potosí. Lo cierto es que el gran corazón y gran espíritu que es Churata, más que el bíblico precursor del Mesías el Gamaliel Hebreo, nos resultó el Divino Maestro. ¡Porque de los dispersos galileos que éramos nos conjuncionó y nos enseñó a ser revolucionarios como Cristo, y nos infundió el ánimo, nos insufló la audacia para asaltar el mosaico templo de la rutina aldeana, derribar, iconoclásticamente los ´ídolos del foro´ y los ´ídolos de la tribu´ y predicar la Buena Nueva de la redención estética!

 

Por su parte, Alberto Saavedra Nogales sostendrá que:

La simpática figura de Arturo Peralta, su carácter apostólico, su inmensa voluntad de trabajo, y su vasta experiencia en publicaciones y artes gráficas, fueron otras tantas aglutinantes para la consolidación del grupo bárbaro.

 

Y por último, Wálter Dalence (padre de Wálter Dalence Patiño) recuerda:

Cuando lo conocimos en Potosí para fundar “Gesta Bárbara”, nos impresionó profundamente. Llevábamos nosotros una juventud tarambana y pistolera, y la vida, el amor y el miedo eran para nosotros simples accidentes. No me explico hasta ahora, cómo Gamaliel Churata, el grande y noble amigo y que fue el hombre que nos arrancó de nosotros mismos, me hubiera considerado digno se ser miembro de la selecta y admirable juventud.

 

El épico y sonoro “Gesta Bárbara” -que se extiende al movimiento y a la revista grupal- contiene una ruptura y un distanciamiento esencial con aquellos membretes todavía cargados de embriaguez y decadentismo esnobista. Además, hay en el nombre una fuerte expresión onomatopéyica que liga los orígenes con el porvenir, la vastedad del terruño con la vitalidad de la raza. Esta vernácula aliteración verbal –presente también en “La Tea” y en “Orkopata”- está teñida de sentimiento andino y una preocupación cardinal por lo americano. De allí que el nombre de la revista:

tiene que ser algo heroico porque tenemos que luchar contra la bestia policéfala del monstro colectivo, y algo fuerte, catastrófico, algo bárbaro!... Entonces, uno de los nuestros, el más noctámbulo de todos los noctámbulos que no sabíamos cómo, pero que providencialmente cayó en Potosí desde Puno del Perú, Juan Cajal, discurrió el consorcio feliz: ¡Gesta Bárbara!” (5).

 

Hicieron profesión de fe del grupo: Carlos Medinaceli, Wálter Dalence, María Gutiérrez de Medinaceli, Armando Alba, José Enrique Viaña, Arturo Peralta (Juan Cajal), Alberto Saavedra Nogales, Valentín Meriles, Daniel Zambrana Romero, Félix Mendoza, Fidel Rivas. Estos jóvenes artistas acusaban en sus gestos y obras, una sensibilidad nueva que armonizaba con los temas rurales, y con los valores éticos que apuntaban a forjar una patria diferente. El torrente vital de escepticismo, de bohemia y oposición contra el medio hostil fue una práctica saludable para buscar una expresión nueva, de preocupación por los orígenes. Churata diría:

quisimos inyectar licores primitivos en la sangre intoxicada, barbarie, es decir transparencia y salud mental y física.

 

Asimismo, ante la suntuosidad y el lujo versallesco impusieron nuevos paradigmas poéticos como Herrera y Reissing, Reynolds, Lugones, Juan Ramón Jiménez, Whitman, Verlaine…; y en la prosa: Unamuno, Baroja, Proust, Dostowyesky, etc. Pero en esencia ¿Cuál fue la importancia de “Gesta Bárbara” en el proceso de la literatura boliviana? Aquella generación del “18” –similar a la de “La Tea”- realizó con hondo sentido nacional, una labor de introspección que le permitió volcarse hacia la identidad, pero sin que ello significara desaprovechar la experiencia mundial. Esto trajo como consecuencia una nueva forma de entender los problemas del arte en función con el ser americano.

 

Luego de aquel estetismo afrancesado y decadente que tiñó, en un primer momento, la literatura de los “bárbaros”, estos evolucionaron hacia una senda más hispánica para arribar, finalmente, a la estación madura en donde cimentaron las bases de una literatura auténticamente boliviana. Y su influencia fue tan grande que alcanzó a otras generaciones de jóvenes escritores como aquellos que irrumpieran en 1944, y que se autodenominaron “Segunda Generación de Gesta Bárbara”, los cuales continuarían con los principios e ideales que animaron antaño a los fundadores, pero con un mayor sustento ideológico y social.

 

La preocupación por el indio y las cuestiones políticas y sociales en Churata, están presentes desde el inicio de “Gesta Bárbara”. En el prólogo del libro Voces áulicas de Armando Alba  –texto de 1918 que abre la serie de publicaciones del grupo-, el futuro autor de El Pez de oro plantea algunas disquisiciones económicas a partir de temas tan antagónicos como la riqueza y la pobreza; y luego de reflexionar sobre la “aflictiva situación de los desheredados”, sostendrá que:

en la América española, este problema sustancialmente económico, reviste caracteres diferentes. Es el grito del indio víctima de las rapacidades de curas sin conciencia” (…) “ahítos de ferocidad y huérfanos de sentido común para interpretar las leyes del estado.” (…) “pero mientras tanto, queda para la cuerda romántica del aeda, motivos de inspiración en la obstinada resistencia que opone el indio a la avasalladora influencia de otra civilización que tiende a anular su personalidad para fundirla en su gran retorta, donde se purifican todos los ambientes que tienen olor a catacumbas”.

 

 

III


Coda

 

La filiación social de Churata se enlaza con su vocación de animador de grupos literarios y revistas. Producto de su recia personalidad y bajo su magisterio se formaron “Bohemia Andina”, “La Tea” “Gesta Bárbara”, “Orkopata”. Debido a esta innata cualidad, debemos considerar a Churata como uno de los grandes animadores culturales del país.

 

De manera colectiva, cada uno de los integrantes de “La Tea” y de “Gesta Bárbara” asistieron a la creación heroica de una nueva sensibilidad; todos ellos acusaron un sentimiento y un fervor por el ambiente y el lar nativo. Su afirmación fue un acto de ruptura y de protesta ante esa visión coyuntural y deformadora de la esencia del indio. De allí que tuvieran una actitud cuestionadora de la literatura y la historia, reflejada en esa “cultura de la altura”, muy presente en sus obras. Y su inmersión en lo mágico y mítico de fuertes raíces andinas, los colocó como forjadores de una literatura de raigambre nacional y americana.

 

 

NOTAS

(I)- “Churata y su obra”, en Gamaliel Churata. Antología. Ediciones Instituto Puneño de Cultura. Lima, 1971: pp. 433-447.

(2)- Historia social e indigenismo en el Altiplano, de José Tamayo Herrera. Edic. Treintaitrés, Lima, 1982: p. 254.

(3) En una entrevista publicada en Última Hora, La Paz, 4 de junio de 1932, Churata resumió esta “razonable” contradicción derivada de la oposición de sus seudónimos: “Cuando yo me llamaba Juan Cajal –y su recuerdo me ruboriza por el excesivo sabor hispánico que tiene- era ya un emotivo de la causa de los indios, pero estéticamente pertenecía al modernismo snobista que ha sido nuestro alimento primigenio. Gamaliel Churata corresponde a la mayoría de edad en que los valores subsidiarios del espíritu son reemplazados por la necesidad orgánica de la generación. Es así que mi nombre definitivo plasma la naturaleza de mi ideología”.

(4)- Publicado en El Diario de la Paz, el 24 de agosto de 1997, y fue dirigido al poeta Marcelo Arduz, quien fuera coordinador en Bolivia de las actividades realizadas por el centenario del nacimiento de Gamaliel Churata.

(5)- Atrevámonos a ser bolivianos. Vida y epistolario de Carlos Medinaceli, de Mariano Baptista Gumucio. Edic. Amigos del Libro. La Paz, 1984: pp. 140-143.