EL LADO MATERNO DE LA MUERTE, DE ÍTALO MORALES
Conocí a Ítalo Morales
en 1999, cuando nos presentamos en uno de los tantos recitales que se dieron en
el boulevar de Quilca. Con nosotros también estuvo el poeta Ricardo Ayllón. Fue
un encuentro de chimbotanos, con música de los Pasteles Verdes y los Rumbaney. Ítalo
recién había publicado una plaqueta de narrativa: Día de Suerte (1999). Luego, publicaría
algunos libros de gran originalidad que lo situaron como un referente de las
letras de Chimbote. Junto
a sus dotes innatas para la narrativa reconocí en él a un crítico
y estudioso de la literatura, en cuyos trabajos se destacan la función del
escritor como testigo de su tiempo y de su propia objetividad. Es un autor preocupado
por el lenguaje, en aspectos
relacionados con la búsqueda de nuevos procedimientos lingüísticos, que lo
llevaron a introducirse en el micro- ambiente del relato breve.
La calidad de libros
como “El aullar de las hormigas” (2003) y “El Cielo Desleído” (2006), se encuentra en la preferencia
por la disquisición existencial y filosófica, en los conflictos interiores, la
historia humana y la propia ficción como elemento argumental; con los que busca
la universalidad temática y la plenitud artística. Dichos textos contienen una
función meta-literaria por el manejo del lenguaje, que se nutre de sus propias
resonancias y sortilegios. De allí que el aparente nihilismo, la condición de
lo metafísico o sus afirmaciones en torno a la vanidad de la filosofía
–expresados con sarcasmo y lucidez- son puntos de partida para la valoración de
lo poético, pues la poesía está en la modificación que suscita cada lectura en
el individuo. En general, el micro relato se mueve en esta atmósfera sugerente.
En "El lado materno de
la muerte” (Fondo Editorial del Instituto Pedagógico de Chimbote), Ítalo Morales pasa de la brevedad del texto,
encapsulado, atomizado, hacia el registro narrativo amplio, de mayores
posibilidades expresivas, sin perder esa capacidad de sugerencia muy marcada en
sus mini ficciones. Los seis relatos que
integran el libro sorprenden por la recia personalidad de un estilo en
constante experimentación. Por ejemplo, en el espléndido relato que da título
al libro el autor nos introduce en un capitulo
terrible de nuestra historia donde aparece una mujer campesina o madre coraje,
inmersa en la violencia subversiva. El autor aborda la condición humana desde
una visión existencialista y refleja la historia de este personaje como
resultado de su esfuerzo de su lucha y agonía. En los otros relatos aparecen la
soledad, el absurdo, la muerte, la esperanza y la desesperación como temas
literarios, que adquieren su terrible y desnuda vigencia. Hay como una
atmósfera sugestiva que recubre el espacio de cada uno de ellos, especie de
halo poético que le da profundidad a lo narrado.
En efecto, más que
representar líneas de argumento bien definidos, estos cuentos quieren evocar en
el lector una serie de emociones. Tan importante son las cosas como los vacíos, aquello que puede ser intuido antes
que leído. Y esto podría ser la clave de la perspectiva literaria de su autor.
La realidad no está solo en los personajes ni en las circunstancias, sino en el
espacio que se encuentra entre ellos, que los alberga, los envuelve y los
vincula irremediablemente. La construcción narrativa se sostiene en la creación
de esa atmósfera necesaria, en la interiorización de los personajes, en sus
búsquedas, en sus diversos paisajes sicológicos, en su “estar” que alude a
frustraciones, tabúes, soledades, incomunicaciones, etc. Estas actitudes se
integran dentro de las características de la narrativa contemporánea, ya señaladas
por Ernesto Sábado cuando se refería a sus rasgos más relevantes, como la
ilogicidad, el descubrimiento del otro, el mundo desde el yo, el tiempo
interior, el subconsciente, la comunión.
En “La imagen materna
de la muerte” hay la recurrencia de imágenes que golpean el libro de manera
constante, como la presencia de la muerte, el coraje de la madre, el padre muerto
por los senderistas, el maquillador de cadáveres. Sin embargo, la muerte no es tratada como apagamiento,
finitud, caducidad de lo terreno, estancamiento de vida, sino como un deseo de
trascenderla. Los personajes finados dan atisbos de vida, sugieren fantásticas impresiones o hablan
desde la propia muerte.
En el desarrollo del cuento “La moto de Kafka”,
el autor señala que “la probabilidad de encontrar un lector kafkiano en un país
subdesarrollado era muy alta”. Aquí hay un mensaje que no es difícil formular:
el mundo coherente que creemos vivir, gobernado por la razón y fijado en
inmutables categorías morales e intelectuales, es en verdad una invención de
los hombres que se superpone a la realidad absurda, caótica.
Respecto
a las técnicas aprendidas, el narrador explica lo que quiere no a través del
autor omnisciente, que lo sabe todo, sino mediante un contrapunto en donde un
personaje habla del pasado y el otro desde el presente, de manera discordante,
contradictoria. Lo mismo sucede con la objetividad, con la experimentación de
la narración autobiográfica, con la presencia del “tú” y el “nosotros”, con la
relación distinta entre autor y personaje, con el “llamado punto de vista” a
partir de un foco desde el cual, por su mayor concentración, se mira toda la
narración para iluminarla. De esta manera el personaje no está dominado por el
autor sino que, por su libertad, se convierte inclusive en un coautor. A todo
esto se podría agregar la ruptura del tiempo y del espacio, la belleza en las
descripciones, la minuciosa elaboración del retrato
La
incesante creación de Ítalo Morales, fluctúa entre la reflexión y el espíritu
lúdico. Precisamente, estas dos vertientes –en donde la historia pensada
rescata la memoria de nuestra identidad sumergida en la recreación de la
palabra- tipifican toda la valiosa producción de un escritor cuyas alegorías
representan el compromiso con la intensa y desgarrada condición humana. Sus
relatos ofrecen un gran mosaico que revela, en su dialéctica, a los dos polos
del país: uno es la patria exterior con sus dificultades y sus luchas por
lograr una identidad aún no encontrada; el otro es la patria interior, en
permanente zozobra, que quiere salir a flote, con situaciones y personajes
evocados que quieren reestructurar, mediante la reflexión y la crítica, la vida
interior del hombre.