RUBÉN BLADES, DIECISÉIS CANCIONES
Y UNA PROFECÍA DE AMÉRICA
Por: Antonio
Sarmiento
El año 2015, Mario Aragón (Callao, 1975) publicó Salsa y sabor en cada esquina: mi visión de Héctor Lavoe en el Perú,
un libro con rigor documental sobre los aspectos más humanos y sublimes de la
vida y la obra del Jibarito de Oro. En ese libro se relata el idilio que tuvo
Lavoe con el Callao, y viceversa, el Callao con Lavoe. Mario Aragón tiene, además,
el libro inédito El Cano Estremera:
soneando desde la sombra y el mito, el cual bucea en la punzante vida de
ese gran sonero puertorriqueño de fraseo inigualable, muy conocido y querido también
en el Perú, fallecido hace dos años.
Buscando América, el discurso
musical en la narrativa de Rubén Blades (Editorial Mesa
Redonda) examina con pertinencia los diferentes pisos y niveles de la escritura
de dieciséis canciones representativas dentro de la selecta discografía de
Rubén Blades. Cada uno de estos temas está cruzado de vivencias, escenas reales, puntos de vista y reflexiones, con un mensaje de unidad, para que nuestros
países encuentren su camino y su desarrollo.
Cuando Mario Aragón analiza cada uno de los temas lo hace con la convicción de que su valor lírico está en el temple, en el nervio, en el espíritu de su mensaje, pleno de sustancia popular de donde surgen y provienen. Las letras de estas canciones que el autor analiza —más allá de su eficacia musical— siguen vigentes porque sustentan la verdad y la tragedia de la época. En muchos pasajes de estas canciones encontramos el reverbero de lo poético, que se ilumina, de repente, en una frase, en la imagen de una calle, o una esquina, donde transcurre la vida cotidiana de gente sencilla que lucha por sobrevivir, y no dejarse engañar por los que gobiernan este mundo.
Aquí aparece, por ejemplo, “Pablo Pueblo”, personaje emblemático, que es uno
y a la vez todos los hombres. Muy bien dice el autor cuando apunta que el
maestro Blades: “No se queda en la expresión individual del yo o del otro,
sino que avanza y asume un presupuesto más ecuménico a través del nosotros.
Ya no es solo el dolor de un hombre, en anarquía o desligado de los demás, sino
el de un hombre que representa a todos los hombres, a un pueblo, a una cultura". Pablo Pueblo llega a su hogar luego del desencanto y la decepción provocados por
las eternas promesas incumplidas de los políticos:
“Entra al cuarto y se queda mirando
a su mujer y a los niños
y se pregunta hasta cuándo
Toma sus sueños raídos
los parcha con esperanzas
Hace del hambre una almohada
y se acuesta triste de alma.
Si bien es cierto que la poesía, o lo poético, se rige por sus propias
leyes, por sus propios mecanismos internos que se miden por la intensificación
expresiva de la palabra, por su carga de sugerencia y poder evocador, en el
caso de los temas analizados, las historias que se suscitan aparecen despojadas
de todo ornamento retórico. Sus principales cualidades son la sencillez y la
verdad con que están dichas.
Estas canciones, tienen asidero
literario en tanto su mensaje se enriquece con el uso de metáforas y símbolos,
capaces de retratar los dramas y avatares de todo el pueblo, su construcción,
su lucha heroica, y nos ofrecen una interpretación raigal de la América polifónica
y contradictoria. Gracias a estas estrategias literarias el gran salsero sigue
la línea de esos creadores que han escarbado en la realidad de nuestros pueblos,
hundiéndose en sus mitos y alegorías, con obras que representan una ruptura, un
choque frontal con el relato histórico y canónico impuesto, y a la vez,
oponiendo resistencia al sistema de colonización social y psicológica, tal como
lo apreciamos en temas muy conocidos, como “Tiburón”:
Ruge la mar embravecida
Rompe la ola desde el horizonte
Brilla el verde azul del gran caribe
Con la majestad que el sol inspira
El peje guerrero va pasando
Recorriendo el reino que domina
Pobre del que caiga prisionero
Hoy no habrá perdón para su vida
Es el tiburón que va buscando
Es el tiburón que nunca duerme
Es el tiburón que va asechando
Es el tiburón de mala suerte.
El autor del libro, encuentra puntos de contacto –y también
diferencias- entre la nueva canción
latinoamericana y el género salsero, pleno de mensaje, que popularizó Blades,
en lo concerniente a la búsqueda de una identidad personal como ciudadanos, y
la toma de conciencia frente a las múltiples encrucijadas que viven nuestros
países. Junto a la nueva trova, habría que tomar en cuenta, también, al boom de la Nueva Narrativa
Latinoamericana, cuyos autores a partir de los años 60, escudriñaron los
grandes imaginarios sociales, políticos y culturales del continente,
entrecruzando sus escrituras que van desde la línea neorrealista al realismo
mágico, las cuales, a nuestro parecer, se imbrican con el relato del salsero,
cuya voluntad comunicativa –como señala Aragón- no es exclusivamente
intelectual, sino también emocional y afectiva.
Aquí podríamos citar, por ejemplo, “Agua de luna”, el álbum que Blades
compuso con cuentos de Gabriel García Márquez, sin dejar de lado, además, sus muchas
lecturas de la literatura mundial, como se puede advertir, en el famoso “Pedro
Navaja”, que contiene a plenitud los gustos literarios del cantante panameño,
quien, con este tema, rinde homenaje a la “La balada de Mackie el Navaja”, del
dramaturgo y poeta alemán Bertol Brecht, quien incorpora esta canción de 1928 a
su conocida obra teatral: “La ópera de tres centavos”. En la propia letra de “Pedro
Navaja” se hace alusión al autor de “La metamorfosis”, el novelista checo Franz
Kafka. El retrato, la pintura del hampón es altamente sugestiva, trabajada con "uso alternado de las rimas consonantes con las asonantes", como bien advierte Aragón:
Por la esquina del viejo
barrio lo vi pasar
Con el tumbao que tienen
los guapos al caminar
Las manos siempre en los
bolsillos de su gabán
Pa' que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal.
Usa un sombrero de ala
ancha, de medio lao
Y zapatillas, por si hay
problemas salir, volao
Lentes oscuros pa' que no
sepan que está mirando
Y un diente de oro, que cuando ríe se ve brillando.
En otra parte del libro, Aragón desautoriza con vehemencia a quienes tildan
a Rubén Blades como representante de la salsa intelectual, término oscuro y
confusionista que pretende rebajar su mensaje, como si sus temas hubiesen sido
compuestos solo “para una élite o una casta exquisita de melómanos”. Merced al
contrapunteo de relatos, de historias sobre la tragedia y la esperanza del gran
pueblo latinoamericano, en esencia, el discurso del cantante es más épico que
lírico. De ahí el alcance multitudinario de su mensaje. No se reduce a una
pequeña cofradía, más bien se abre hacia la vida. Aquí hay un equívoco, lo
intelectual no es sinónimo de ese academicismo frío y doctoral, de alguien encerrado
en su gabinete. No. Es la cualidad de discernimiento, de entendimiento, de lo
epistemológico.
Hay que indicar que lo cognitivo, el conocimiento en el arte es fundamental
para la creación de obras perdurables, pues como bien apunta el autor: “Lo
cognitivo en la música o en el poema no resta la emoción. Al contrario, lo
desencadena”. Por ejemplo, César Vallejo,
es uno de los grandes poetas del dolor humano, pero ello no le impidió iniciar
una aventura del conocimiento en “Trilce”, el poemario más innovador de la
vanguardia latinoamericana. Este conocimiento ha permitido que el maestro
Blades inserte en su canto la riqueza de nuestras tradiciones, juntándolo con elementos
de vanguardia. Por eso, muchas veces, lo vemos innovando y arriesgando con
nuevos compases y diferentes ritmos, dándole a su estilo un movimiento más
audaz.
No peca el autor del libro cuando dice que “no cometemos una ligereza si
sostenemos que la condición primera del ilustre cantautor panameño es su
existir en poesía”. Así es, con esa poesía que sale del pueblo, con esas
metáforas que encarnan nuestra diaria existencia, y se cantan en todas las
esquinas sabrosas del Perú.
Escrito a modo de un ideario y una profesión de fe, este libro de Mario
Aragón nos atañe porque recoge el sentir de un cantante, de un bardo, de un
cronista de nuestro tiempo, en cuyo canto resuena las intensas sonoridades de
la América mestiza, territorios cargados de ensueño y realidad, de encuentros y
desencuentros. Un canto que anuncia una profecía y una esperanza.
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