lunes, 23 de julio de 2018


POESÍA EN LOS NOVENTA

Los jóvenes poetas peruanos que irrumpieron con fuerza en la escena cultural durante los primeros años de la década del noventa traían consigo el estigma y el sello de una época signada por la violencia social y política pero, a la vez, reflejaban en sus actos y en sus obras posturas más acordes con los nuevos tiempos y una madura aclimatación frente a la crisis material y espiritual que roía entonces los cimientos de la sociedad peruana. A mi juicio, son tres las fechas que definieron los rasgos peculiares de esta nueva hornada de poetas: 1990-92, 1993-97 y 1998 hacia delante.

1.1) Inicio del desborde generacional

El inicio de la década significó para el país no solo la consolidación de la democracia a través del impulso de estilos políticos no tradicionales sino también la implantación por el régimen fujimorista del modelo neoliberal cuyo primer negro capítulo fue el traumático shock económico de aquel aciago mes de agosto de 1990. A pesar de desarrollarse en un escenario adverso e incierto, producto del fenómeno de la violencia senderista, los jóvenes vates empezaron a activar una atmósfera poética que corría con la misma velocidad de un reguero de pólvora: “los jóvenes de los años noventa recibieron un país casi en ruinas (…) vivieron una situación de aislamiento y temor constante, al salir a las calles, al ir a estudiar. Era un temor producto de la violencia extrema que asolaba al país en conjunto, pues, a diferencia de la década anterior, el terrorismo ya no solo se mantuvo en el campo, sino que se trasladó a la ciudad[1].

La efervescencia y la ebullición creadora se manifestaron en la multiplicación de recitales poéticos realizados en forma masiva; en la publicación de numerosas plaquetas, revistas y de los primeros libros. Cuajaron diversos grupos de poesía –principalmente nucleados dentro de las universidades en donde estos jóvenes desarrollaban sus estudios-, entre ellos Noble Katerba, Neón, Vanaguardia, Estación 32, el Taller de Poesía de la Universidad de Lima, el grupo de la Universidad Garcilaso de la Vega, Mammalia, Geranio Marginal, Aedosmil, Libro Abierto, trincheras (Chimbote), Ángeles del Abismo (Piura), Urcututo (Iquitos), Veta Andina (Cerro de Pasco), José María Arguedas (Tacna), Asco Literario (Ica), Parhua (Abancay).


1.2) Año decisivo y simbólico

Sin duda 1992 se configura como un año hito cuyos cauces habrán de influir en la vida nacional, principalmente con la captura de Abimael Guzmán. Ese año se fija decididamente el inicio de la derrota de las huestes de Sendero Luminoso y del Movimiento revolucionario Túpac Amaru; igualmente, es ejecutado el autogolpe de Estado del modelo fujimorista. Luis Hernán Ramírez señala que: “1992 resulta ya para la vida política peruana un momento decisivo. El autogolpe de estado del 5 de abril de este año que clausuró el Congreso Nacional, suspendió las garantías constitucionales y vulneró la autonomía del poder judicial y de otros organismos centrales y extrapolíticos entregando todo el poder a las fuerzas armadas y al sector financiero empresarial del país nos pone frente a un orden distinto a todo lo anterior constituyendo un entorno político-social propicio para dar nacimiento a una nueva generación poética[2].

Esa búsqueda de la identidad individual y colectiva de los jóvenes poetas coincidió también con aquellas reformulaciones e interpretaciones del ser americano. En efecto 1992 se constituye en una fecha singular por celebrarse los 500 años del Descubrimiento de América que puso sobre el tapete  nuevos modos de entender la identidad continental. Como se puede vislumbrar el 92 podría significar, por su trascendencia y su alto simbolismo, el año hito para encerrar en torno a él la aparición de la nueva sensibilidad poética. Nuestro artículo prioriza, sin embargo, la secuencia vital y progresiva del grupo. Por ende, ese nacimiento preferimos derivarlo hacia 1990, fecha que sintetiza mejor la ebullición del brote “generacional”. En general los años noventa fueron muy pródigos en fechas conmemorativas. Cabe resaltar los centenarios del nacimiento de autores que en sus obras sustentan la peruanidad, como César Vallejo (1892-1992), José Carlos Mariátegui (1894-1994) y Gamaliel Churata (1897-1997).


1.3) Asunción espiritual y verbal

Las consecuencias inmediatas derivadas de este nuevo “militarismo” en el Perú se evidencian en los atropellos y en las arbitrarias acciones represivas que apuntaban no solo al sometimiento de la anarquía social sino también al enclaustramiento ideológico y espiritual. De allí que el periodo 1993-97, constituye para los poetas y la juventud en general una etapa de reflexión, de auto análisis y de búsqueda personal mediante un estado de retroalimentación de los diversos procesos críticos por los que atravesaba entonces la sociedad peruana.
                                                                    
En ese sentido, aquel repliegue espiritual no traducía una actitud autocomplaciente sino más bien expresaba esa latente cosificación social que se dio a través de la inmersión y el auto reconocimiento como únicas vías para ejercitar otra liberación que ha de traducirse socialmente a partir de 1998, con una nueva toma de conciencia llegando, incluso, a la violencia participativa que tuvo como punto álgido las protestas y las marchas universitarias contra el referéndum y el autoritarismo gubernamental, que finalmente con la marcha de los Cuatro Suyos y la difusión de los “vladivideos” derivaron en la disolución del régimen fujimorista[3] Frente a aquellos actos reprimidos se impusieron estos actos liberados que no formaban parte de una nueva etapa sino fueron consecuencia directa de aquel proceso de desajuste e introyección social vivido en años anteriores.  Esa actitud liberadora se reflejó también en el ámbito verbal y en la madurez con que fue encarado el texto poético.


1.4) Pasado en claro

Las tres fases antes mencionadas se pueden resumir del siguiente modo: 1) de 1990 a 1992, se da inicio del desborde generacional, 2) de 1993 a 1997, existe una postura de mayor carácter introspectivo y 3) de 1998 hacia delante, se expresa una conducta de acción liberadora. Vemos, pues, cómo desde ese doloroso tránsito llenos de sesgos, escisiones y fracturas que fue iniciado en los primeros años de la década, se va configurando lentamente a finales de los noventa una recomposición de uno de sus elementos más anárquicos y volitivos: el de la fragmentación, que es uno de los rasgos distintivos de estos poetas quienes vertebraron su jornada artística y vital a partir de esas “quebradas experiencias”, de acuerdo al sugerente título del libro de poemas de Xavier Echarri. Estos vates se constituyeron en escritores-puente de una y otra etapa. Aquí radica su vitalidad y, en cierta forma, su trascendencia: convertirse en ese gran eslabón generacional sin el cual no podría entenderse las nuevas poéticas surgidas a partir del 2000, no tanto para revelar una escritura unificada sino el de una plena conciencia poética.




[1] De Literatura Peruana, fascículo Nº 38 dedicado a la poesía del noventa, especialmente a la obra de Xavier Echarri; en diario Expreso, Lima, 15 de junio de 1998.
[2]  Las generaciones en la poesía peruana del siglo veinte. Discurso pronunciado en la Universidad
   Nacional Mayor de San Marcos, el 22 de enero de 1991, y publicado luego, al año siguiente, en forma de separata.
[3]  La realidad que los asiste –según palabras de Víctor Delfín- les exige un cambio radical, un salir por fin del despeñadero al cual nosotros, los adultos, hemos conducido, con nuestra pusilanimidad, egoísmo, indiferencia, ignorancia u oportunismo político (…) ustedes que salieron a las calles hace rato arriesgándose a ser tomados como senderistas, terroristas, y que han manifestado generosamente su amor al Perú, exponiéndose a las golpizas de los esbirros del gobierno y que han demostrado al mundo que no son la generación X sino la vanguardia, la reserva moral que ha asumido la responsabilidad de cambiar el destino de todos los peruanos…” “Carta abierta a la juventud peruana, el fin del fujimontesinismo”. En La República, jueves 23 de marzo del 2000.

domingo, 29 de abril de 2018






¡FABULOSO PERÚ! DE ROLAND FORGUES

Por: Antonio Sarmiento


Nací un día de octubre en los Pirineos, Francia.
Mas otro día descubrí el sol de los Andes
e hice mías la rebeldía y la ternura de estos pueblos
Roland Forgues

Desde tiempos remotos el Perú despertó el interés de los europeos que identificaban a esta tierra del sur como una comarca ideal para la fantasía, la fábula, la ficción y la relacionaban con el jardín edénico, original. Ahí está, por ejemplo, la epístola de Lope de Vega que escribió como respuesta a su admiradora limeña Amarilis. Ahí el bardo español consignó expresiones que se acercaban a esa imagen evanescente que tenía del Perú. “Me escribís del otro mundo” –dice- “desde el mar del sur”, “línea equinoccial”, “me despertais de tan profundo sueño”, “indiana vena”, “clima antártico”, “mares tan remotos y diversos”, “sol antípoda”. Estas expresiones nos dan la idea cabal de un Perú que reverbera en la lejanía del tiempo. Se consustancia, por otro lado, con la propia poesía, etérea y de ligeras alas. Pero ya desde ese tiempo auroral el Inca Garcilaso de la Vega, afirmaba, a contrapelo, la naturaleza heterogénea de la sociedad peruana, alimentada de oposiciones y contrastes.

La expresión ¡Vale un Perú! no solo reveló esa abundancia sino también ese sistema de dicotomías con la que se construye el país. El periodo del oro, de la plata, del caucho, del guano o del salitre fueron estaciones sucesivas de nuestra resplandeciente y trágica historia. Con este sistema de luces y contraluces, de conflictos y tensiones, ya hace más de cuarenta años nuestro hermano francés Roland Forgues, viene poniendo el dedo en la llaga de nuestra contradictoria y cambiante experiencia de país utópico y mestizo, en permanente descubrimiento, como lo quería Mariátegui, de hurgar e interpretar la realidad, a fin de comprometernos más con nuestra existencia de peruanos. Y para corroborarlo, ahí está su poderosa obra caracterizada por el rigor científico y sociológico, además, del palpitante humor y la elocuencia de polemista, de cronista de nuestro tiempo, sin dejar de lado al nato creador que hay en él, con una veta narrativa que se descubre, incluso, en la forma de abordar la estructura o de meterse al movimiento interior de la palabra para buscar, así, los orígenes o la esencia de lo estudiado, en esos libros suyos, escritos con alto rigor epistemológico. Por eso, Manuel Pantigoso, refiriéndose a uno de sus últimos trabajos la “Voz de los orígenes”-estudio medular de 18 escritores de América- lo considera como una novela sobre el pensamiento, que estamos frente al inicio de una gran novela histórico-mítica del pensamiento latinoamericano. No es casual, entonces, que estemos frente a “otra” novela de Roland Forgues, catalogada modestamente como “relato” en las primeras páginas. Sucede que el libro tiene una filiación múltiple. Y esto porque trae consigo el temple trasgresor, cognitivo y sentimental de su autor que no puede sujetarse a un solo género, porque confluyen y cruzan varios géneros que le dan a la prosa narrativa varias dimensiones y perspectivas: ¿relato?, ¿crónica novelada?, ¿crítica sociológica?, ¿visión poética? La fuerza y la frescura de ¡fabuloso Perú!” deviene precisamente de ese estilo híbrido y amulatado que se emparenta con la realidad peruana.

La narrativa de Roland Forgues ya se estaba potenciando en libros más o menos testimoniales, referidos a dos distinguidos escritores. El “Cantar del golondrino”, de 2007, contiene relatos contados con extraordinaria densidad expresiva y amena por Leoncio Bueno, el poeta que no está en los circuitos oficiales y “Gregorio Martínez, Danzante de tijeras”, editado el 2009, tiene la misma impronta descolonizadora y la actitud de independencia frente al sistema. Ambos libros encajan perfectamente con el espíritu libertario del querido francés nacido en Tarbes. Sin embargo, los orígenes de ¡Fabuloso Perú!, -en su formato ficcional, excarcelada de la realidad- se fue gestando en El Libro de los manantiales, texto anterior, del 2006, en cuyo segundo capítulo, aparecen varios relatos, concebidos como genuinas expresiones narrativas, pensando acaso el autor, en darles posteriormente un cuerpo más compacto, como aparecen ahora, formalmente mejor organizados, en el libro que estamos comentando.

¡Fabuloso Perú! Con signo de exclamación, es un título que representa muy bien no solo lo que su autor piensa del país a través de su búsqueda. Es encuentro y síntesis, sobre todo. El corto y significativo título nos está revelando una estética, una ética y una erótica. En tal sentido no solo alude a lo maravilloso y lo fantástico que puede ser el Perú. Es fabuloso porque fundamentalmente la vida del país se realiza o se desrealiza en sus delicadas y profundas complejidades, en sus dilemas y encrucijadas. Roland Forgues ama al Perú, pero no está esperando que sea la octava maravilla del mundo o el país que se muestra por la vitrina de un escaparate. Ese erizarse y erguirse en medio de las dificultades, el ser creativo en una sociedad que se debate en medio de grandiosas contradicciones Ahí se agita el encanto de lo fabuloso como una oriflama.

En este fresco narrativo, que lleva en la portada una témpera del pintor Manuel Domingo Pantigoso, al personaje principal y alter ego del narrador, Youri, le mueve una motivación ardiente: “quiere cotejar una realidad de la que solo tiene una idea libresca con la ficción” (…) Él no va a buscar en Perú, como los aventureros de la quimera, el mítico tesoro de los Incas, sino un tesoro aún mucho más misterioso, valioso y esencial que no se puede definir, pero que él siente en lo más profundo de su subconsciente”. Este viaje íntimo y épico, a la vez, de encontrarse con uno mismo, tendrá validez si se privilegia el encontrarse con el otro. Sin duda, esta fraternidad y choque con otros yoes, es una marca que se superponen en los diferentes capítulos del libro. Recordemos aquí a Emmanuel Lévinas y su fenomenología de la alteridad, en ese descubrimiento o encuentro con el otro dentro del mundo expresivo y representativo que es la base de la creación literaria. El autor de ¡Fabuloso Perú! convoca y evoca a múltiples amigos escritores, nombrándolos con un cálido mote: el solitario de Sayán, el anarquista, el poeta de las orquídeas, el yatiri; se interioriza con personajes de novela y de la vida real: Candico, del de “Canto de Sirena”; Ernesto, de “Los ríos profundos”, hechiceros, chamanes, mujeres extraordinariamente seductoras; y también dialoga con autores fundacionales: Flora Tristán, Garcilaso, Mariátegui, Sigmund Freud. El Perú de todas las sangres de su admirado Arguedas aparece en un borbotar de historias y anécdotas, escritas con un estilo intenso, claro, valiente y crepitante de humor.

Podemos percibir una estrategia narrativa bien hilvanada a través de un doble viaje: el del autor y su personaje: Youri. Hay por lo tanto dos miradas paralelas, que se imantan muy bien. Una, la del autor, que visualiza los diversos parajes de la geografía humana y social, desde un plano narrativo, amplio y omnisciente, pero necesita otra mirada mucho más apegada al lugar de los acontecimientos, la de Youri, personaje espontáneo, fresco, libérrimo, sin subterfugios, que le da certeza y carácter a lo narrado; él encarna la fuerza del deseo y la pasión por la aventura. También está la mirada del lector que se inmiscuye en los entresijos y recovecos de la naturaleza humana, para conocer de cerca, sus alturas y descensos. El lector queda impactado, implicado, pero también desnudado por estas sutiles y profundas paradojas de un país, en el que vive, pero en el cual se compromete o muy poco o nada. Forgues nos pone en contacto, a tajo abierto, con la razón de ser y de estar aquí en esta tierra, rica en contenido histórico y cultural, de saber cómo nos vemos y cómo nos ven, y nos invita a tener esa otra mirada fecunda, autocrítica -no inquisidora-, que es la mirada de la conciencia.

Observamos un gran dinamismo y movimiento que envuelve toda la materia narrativa, producto de las idas y paradas de Youri, en busca de los pequeños y grandes imaginarios de nuestra identidad. Él nunca se sentirá extraño en ninguna parte. Este desplazamiento se desarrolla de manera natural;  los hechos se suceden de un lugar a otro: de la zona costera, pasa a la región selvática o a la sierra, y mientras se va contando no se siente los cortes o los vacíos de ese salto. Un modo de enfrentar la violencia de una época tormentosa es con el apicarado humor, cáustico muchas veces, para mostrar lo delirante que puede llegar una ciudad atenazada por el miedo. En “Cacheo en la calle La rifa” –décimo capítulo-, se refleja la zozobra de los años ochenta. Mientras esperaba al amigo para una entrevista literaria, Youri es cateado por la policía al confundírsele con un posible subversivo. Le revisan el morral donde guarda su infaltable cámara fotográfica y le quitan hasta su grabadora. El narrador dice con punzante ironía:

Pero también su libreta de apuntes en la que buscan y encuentran nombres de peligrosos terroristas que viven en Lima: Washington Delgado, Mario Florián, Manuel Moreno Jimeno, Carlos Germán Belli, Alejandro Romualdo, Marco Martos (entre otros) y luego acentúa: “desde luego todos ellos relacionados con Sendero Luminoso. Y además con ramificaciones en Europa como demuestran las libretas: Rodolfo Hinostroza, Armando Rojas, Elqui Burgos, Jorge Eduardo Eielson, Alfredo Bryce Echenique”.

A pesar del odio y la violencia social y política de la época, “Youri tiene confianza en el futuro y está convencido de que el amor salvará al mundo”. “Reinventar el amor”, dijo Rimbaud. Y el amor es tópico central del libro. El amor real, físico a una mujer; atropellado y profundamente sexual, que tiene mucho de ese loco-amor de los surrealistas. Roland Forgues no estudia el decorado y los contornos, su personaje se embarra los zapatos para buscar la aldea más lejana, el huarique donde abunda el potaje en su punto. No es pues la suya, una visión exótica o eurocentrista. Es más bien la del hermano francés incorporado a nuestra identidad. Youri se refocila en la cantina, en el prostíbulo, donde el amor se resuelve con libertad y situaciones embarazosas como cuando él y el Pelirrojo se internan en la selva de Iquitos, dando rienda suelta a la libido, sin caer en cuenta que ellos habían sido el bocadillo perfecto de lindas “mariposas nocturnas”, que los habían flechado con gotas de curare:

-¿Qué te pasa?, pregunta Youri asombrado.
-Huy, Huy, creo que atrapé ni primera gonorrea, responde (el pelirrojo)
-No te preocupes, replica Youri en un tono lúdico. Por ahora no eres más que brigadier… a la segunda serás mayor, a la tercera, capitán, a la cuarta, comandante, a la quinta, coronel, a la sexta, general y a la séptima, presidente de la república” (Ballet mágico en el cielo de Iquitos”)

En cada una de las 33 escenas el autor nos encandila con su narración jugosa, traviesa, minuciosa en sus descripciones, con palabras y frases extraídas de la cantera popular. Hablar del amor, de la pasión del amor es también hablar de la escritura. Roland Forgues congrega y suscita ardientemente una libertad absoluta frente al lenguaje, que se corresponde  con esa “visión crítica a filo de catre de la cópula creativa”, según lo dijo en su libro “Gregorio Martínez, Danzante de tijeras”. Hermosa definición que concilia el pensar y el sentir de la escritura como un acto de amor.

La adhesión a nuestro país impregna todas las páginas de ¡Fabuloso Perú”!, el cual resume y condensa un gran afecto y una visión amplia sobre el país, manifestada a través de sus grandes perspectivas y contrastes, de búsqueda permanente, acorde con el anhelo del mañana, del futuro, de la luz de los tiempos iniciáticos.