HOSPITAL
PIROVANO DE ROCÍO HERVIAS
Hospital Pirovano es un libro que apunta directo al corazón. La poesía nos conduce hacia
un estado de maternidad que lleva consigo una poderosa carga subjetiva,
psicológica. Las nueve estancias en que se
divide el poemario simbolizan los nueve meses de gestación, de la mujer-madre o
de la palabra-poesía. Este deambular por las calles de Buenos Aires principia
en setiembre y culmina en mayo. La poeta va estructurando su libro con depurada
sapiencia. Setiembre, por ejemplo, hace alusión a la primavera, muy ligada al
amor y al comienzo de relaciones de pareja. Ahí se gesta la vida con un nuevo
verdor, una nueva energía, a pesar de que las visiones de la ciudad sean grises
y caóticas. Aparecen las primeras intuiciones: “Camino por calles muertas/ sumando encuentros fugaces y certeros/ me
concentro en turbios atardeceres (los dolores dan vuelta)/ avanzo/ porque dejas
que amanezca”.
El
noveno mes es la gestación. Mayo, es el tiempo del alumbramiento de ese ser que
lleva en sus entrañas; por ello la poeta dirá: “Y al fin el nacimiento está en la puerta tráeme los pedazos/ que
dijiste que traerías, recuéstate y alumbra el vestido que me rasgaron/ los
enviados”. Coincide este tiempo cíclico de germinación con el mes de la
madre, mes esencial que simboliza el amor y la pureza. Sin embargo, su reflexión
está al margen de esa postura idealista, que ha dejado poemas memorables, como
el de Carlos Oquendo de Amat: “Tu nombre viene lento como las músicas humildes/ y
de tus manos vuelan palomas blancas”
(Madre). Rocío Hervias reflexiona a partir de una identidad real, descarnada
con vacíos y temores, y el vértigo de vivir en un mundo que acecha con su
zarpazo: “La vida es un golpe y otro
golpe”, dirá. Está más en la línea del poema de Blanca Varela, titulado:
“Casa de cuervos”, texto que elabora una experiencia vital asociada con la
procreación: hay soledad y desamparo de la madre, una vez que el hijo ha
asumido una identidad autónoma. También podemos citar a la norteamericana
Sylvia Plath en “Tres mujeres”. Cada una de ellas representan una forma de
vivir la maternidad: “la mujer que centra su realización en ser madre, la que
sufre por no poder serlo y la que lo es a su pesar”.
Rocío
Hervias rompe esa fórmula mercantil con la que ha sido revestida el día de la
madre, como visión idílica y prefabricada por una sociedad de consumo, e ingresa en la realidad social,
política y psicológica de nuestros países de América. La protagonista es una
mujer que trae a cuestas el drama del exilio, una condición de extranjería y,
además, el padre de la niña que lleva en su entraña está ausente. Como muchas
madres jóvenes y embarazadas, en un país que no es el suyo, tiene que enfrentar
sola su destino.
Su
conciencia se traslada a un estado de delirio. Ritualiza la visión cotidiana.
Hay un sentido mítico en lo que ve, porque busca una refundación de este
espacio crítico a través de una palabra asida a lo esencial, hacia la visión
humanista. En ese discurrir por la
ciudad sodomítica escucha ángeles: “La
música es más fuerte que yo”. Sin llegar al alud surrealista hay un ámbito onírico
y coloquial en ese laberinto, que es la ciudad de Buenos Aires. La poeta trae a
la memoria el peregrinaje bíblico de María y José hasta el alumbramiento de
Jesús. La hija es el símbolo redentor de su propia liberación. En un pasaje
dirá: “Blanca María tráeme la libertad
buscada”.
La
dimensión espiritual y sagrada está presente en la intuición de sus versos, en
un dolor punzante y digno, que ocupa todo el espacio del poemario. Hay en el
trasfondo una actitud de renovarse física, psicológica y espiritualmente,
participar activamente del alma colectiva, porque el estado de gestación de la
naturaleza, aunque repite millones de veces los mismos ciclos, nunca se agota.
El
título del libro nos parece interesante. El hospital Pirovano realmente existe,
se levanta en un lugar de Buenos Aires. Fue fundado en 1896 y lleva el nombre
del prestigioso cirujano Ignacio Pirovano. Sin duda este lugar tiene una
significación profunda para la poeta. Me gusta pensar que dicho nombre es una
palabra en clave de peruviano o peruano. Así como el crítico nacional José
Miguel Oviedo puso a una obra teatral suya, el nombre de “Pruvonena” -que significa “un peruano”-, Rocío Hervias,
tal vez, nos esté indicando que dicho lugar de sanación o de muerte es nuestro
propio país, el Perú, donde se concentra el infierno y la ascensión espiritual.
La autora alegoriza una sociedad enferma de corrupción, de crisis, como la
nuestra. Ella nos dice que hay que buscarnos en nosotros mismos, en los
adentros del ser, de nuestra identidad como país y como personas, para así
buscar la salvación.
En
este “Hospital Piruvano” la palabra se concentra en lo esencial, en la madre,
símbolo rector del libro, cuyo significado pleno es amor, es entraña y
liberación.
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