AZUL
ES TU REINO, DE VISCELY ZARZOSA CANO
Los
poemas que conforman Azul es tu reino
fueron escritos, en su gran mayoría, cuando Vizcely Zarzosa tenía entre 19 y 20
años. Además, guarda muchísimos poemas inéditos y textos que fueron publicados
en revistas y en algunos blog literarios. Es un joven autor prolífico. Ello
demuestra una gran pasión poética, que le ha permitido tener gran presencia en
las letras chimbotanas. Esta pasión por las musas corre paralelamente a su
vocación periodística. Viscely ha sido tocado por la palabra, tanto por ese
espacio íntimo, azulado, de la creación lírica, cuanto por ese otro espacio más
mediato, más cotidiano de la recreación periodística.
Para
publicar este primer poemario el autor ha tomado todas sus precauciones. Ha
realizado una labor paciente de selección de sus textos, pidió opiniones a
otros poetas, los escuchó con atención. Un caso singular se da, por ejemplo, en
la tercera parte del libro, donde aparece la correspondencia virtual que
mantuvo, el año 2015, con el gran narrador Oswaldo Reynoso, quien con sapiencia
le hizo valiosas observaciones para que los versos alcancen mayores apetencias,
y hace un comentario muy acertado que a mi entender expresa a cabalidad la intención
del libro. Reynoso dice lo siguiente: “En
tus versos siento la pulsación de vida de decir lo esencial de la existencia a
través de la belleza de la palabra y de la imagen”. Estas palabras señalan el
sentido ético de vida y el estético del arte, por donde ha enrumbado la poesía
de Viscely. Encontramos vasos comunicantes -en la evocación íntima del azul-
con Capricho en azul, un conjunto de reflexiones
de Reynoso, en donde el maestro dialoga con algunos poemas del joven vate chimbotano.
Además
de la correspondencia con Reynoso, el libro ofrece dos estancias líricas que
llevan por título: Prosas improvisadas
y Versos rescatados. El título del
primero me parece muy sugestivo. Yo creo ver en estas “prosas apresuradas” la
poética del autor. Aquí el sentido de la prosa –no de lo prosaico- es darle al lenguaje su sentido sacrílego, erótico,
que se resuelve en un conjunto de textos que nos remiten a los impulsos y
deseos subconscientes del amor, de la nostalgia, del bien perdido. El término improvisar
o improvisación, es rico en sugerencias y matices. Lo improvisado es lo espontáneo,
lo natural, lo sencillo, lo imprevisto, lo repentino, lo intuitivo;
yo le agregaría otro término: lo “azul” o la propia poesía, que es
impredecible, fulminante, sin directrices previas. Esto suena un poco a lo
inconsciente, a visiones oníricas.
Y
es que el procedimiento usado por Viscely en estas “prosas improvisadas” es el
desencadenamiento y la evocación de imágenes que aparecen sucesivamente, una
tras otra, para ofrecernos esa “pulsación de vida”, “lo esencial de la
existencia”, como bien señalaba Oswaldo Reynoso, bajo una forma plástica
gobernada por el sentido artístico de lo azul, reino o espacio etéreo que el
poeta hace suyo. Leamos un ejemplo, de los muchísimos que se difuminan por todo
el poemario, donde aparece esta imagen volcada y múltiple, y en donde el autor revela
una lúcida conciencia poética inundada de noche, de sensualidad y mitos
ancestrales:
“La noche es receptora de oraciones. Nadie ha
visto un cielo donde los espíritus parricidas profanan su existencia. Las
constelaciones conforman un solo cuerpo vencido. Es allí donde apareces tú para
vislumbrar un volcán almacenado en mis palabras”
(…)
La marea goza cuando pretendes descender.
He podido ver un aposento suspendido en tu reino. He visto tritones y caballos
de mar rindiéndose ante el poder de una nación recién descubierta. También un
coro de sirenas que te mencionan con el fervor de tu evangelio”
(Poema II, p. 21)
La
segunda parte del libro, el que lleva por nombre “Versos rescatados” está
compuesto por poemas afines a la forma consagrada de escandir los versos en
forma vertical; son poemas que el autor ha rescatado del olvido porque
continúan la huella de su mensaje, aunque la forma se atempera a los periodos más
ajustados del verso.
En
Azul es tu reino, destaca el poder evocativo del autor para ofrecernos un mundo sugerente. Junto al recuerdo, a la remembranza, el traer a la memoria, esta poesía se ajusta más al significado original
que proviene del latín evocare: "convocar
o llamar". Es el acto de llamamiento, de comparecencia hacia una entidad
como un espíritu, un demonio, un dios o cualquier otra de carácter sobrenatural.
La evocación lírica pretende "hacer aparecer visualmente" a la
entidad evocada o conjurada, es decir, la mujer o la propia palabra, a través
de imágenes de distinto calibre y fulgor. El poeta, mago o brujo evoca y
convoca a la mujer amada que discurre a través de mundos paradisíacos, grutas
marinas, en el fondo de una ciudad marginal, y vaticina la vuelta de un tiempo
anterior y feliz. De allí, muchas veces que se filtre en los versos un tono nostálgico,
un dejo de añoranza. El texto titulado Rosalía
y un poema, nos aproxima a ese sentido evocativo del lenguaje que se da a
modo de conjuro poético:
“Te espero, Rosalía
como una canción abierta
que recibe la noche.
Estoy frente a un abismo azul
donde guardo soleadas sombras
y pronuncio el verbo de tu nombre.
Pero quiero quedarme
mirándote otra vez
porque mientras tú intentas dormir
yo guardo una profecía exacta para ti.
(…)
Hoy sé que vendrás
mostrando una hazaña desafiante
cada pronóstico que nos acecha
se volverá discreto bajo la promesa
de nuestras bocas apresuradas.
(p. 50)
Mujer y poesía se imantan recíprocamente y son reveladas
simultáneamente en el mismo instante del proceso creativo, como en el siguiente
fragmento en donde ambas forman parte del delirio del poeta:
“Existía
ese camino secreto en el que nos perdíamos inconscientes. Te zambullías en un
mar inexacto de visiones. Me mirabas como una máquina voraz de escribir. Te
fabricaba poemas y algunas prosas mal hechas; y te quedabas con mis versos
improvisados”. (p. 30)
Viscely
Zarzosa nos ofrece una palabra decantada y ya madura. Estamos seguros que
seguirá afirmándose con buen pie en el firmamento de la poesía, a la caza del
azul y de otros colores, acaso de tonos más velados, que marcarán su poética, siempre en
permanente elaboración verbal.
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