domingo, 2 de enero de 2022

 


Del mar y otros sueños, de Alfredo Ormeño
 

Por: Antonio Sarmiento

 

Del mar y otros sueños, es un conjunto de seis cuentos que se desarrollan principalmente en el ambiente marino, espacio que Alfredo Ormeño Felice (1945) conoce cabalmente. Radica en el Callao y tiene mucha cercanía con Chorrillos pues desde hace 30 años dirige al grupo de teatro del Club Regatas Lima.

 Ese arrullo marino lo sentimos cuando leemos “Anna o el Faro”, “Puerto paraíso”, “Soledad” y “Diciembre o el amor”. Sin embargo, dichos relatos no nos remiten necesariamente al puerto chalaco o al de Chorrillos, a pesar del siguiente trazo reconocible de nuestra tradición:

Ríos de sangre se fundieron con el mar. Pero no fue el mar, no. Agónico aún lo subieron a una chalana y lo llevaron mar abierto. Hundieron la chalana y amarraron su cuerpo desnudo a una boya para que el mar no lo devolviese a la playa. Así estuvo preso del mar durante días, hasta que una tarde de rojos resplandores, su cadáver varado en la playa anunciaba su llegada.” (p. 30)

 Lo que ocurre es que el autor no requiere el referente geográfico inmediato de otros escritores. Su interés es hurgar en la psiquis del alma del puerto, como resonancia de su mundo interior. En ese intento de búsqueda donde la muerte acecha se habrá de concentrar su escritura. El faro es símbolo protagónico que representa el ideal y la esperanza que nunca se pierde. En por lo menos tres cuentos ilumina con su presencia la trama que se está gestando. Es un personaje más. Tiene esa función de luz cenital que ilumina a los personajes en el teatro. En el primer cuento aparece como cómplice de los amantes: “Es de tarde. Misha espera junto al viejo faro la llegada de Anna” (p.19). En otros momentos su reiterada presencia tiene carácter de leitmotiv: “el faro será testigo de nuestro amor” (p. 20), “El faro alumbrará por siempre el camino” (p. 20)), “El viejo faro ilumina la noche” (21). En “Puerto paraíso”: “el faro luce viejo y descuidado” (p. 37) y en la pág. 47 podemos leer el trágico remate donde Gino se funde con la amada en el lecho del mar:

 Saca una pistola y se dispara un tiro en la sien. Su cuerpo cae junto al de Ofelia. Las olas del mar cubren sus cuerpos. El faro sigue alumbrando”.

 En “Diciembre o el amor”, “La luz del faro baña las aguas profundas de la bahía” (p. 84).

Los retratos que nos ofrece Alfredo Ormeño son mesurados, de ritmos lentos. Es encomiable una cierta nebulosidad, un cierto misterio que cubre a sus personajes que parecen estar varados en el crucero del tiempo. Son personajes evanescentes, como arrancados del sueño, no se dejan atrapar por el realismo; se subliman en el amor, como ese extraño encuentro amoroso en “Diana”, producto de la alucinación pictórica de un hombre, que da vida al personaje del cuadro donde posa la cazadora Artemisa. Al final se nos revela que dicha pasión se daba en una concurrida galería donde se expone una muestra de surrealismo italiano. Aquí  se nos nos ofrece una pista de la elaboración onírica del relato, en la ruta de esa corriente de vanguardia europea. En “Es de noche”, el autor con gran pulso nos interna en los prolegómenos de seducción de una pareja que no llegará al desenlace. La magia se rompe como por encanto. Se invita al lector para que sea él quien desentrañe la inesperada ruptura, producto acaso de esas paradojas y cambios de temperatura en las relaciones humanas.

 Hombre de teatro, Alfredo caracteriza muy bien a sus personajes que contienen una profunda carga psicológica. La tipología de sus héroes citadinos tiene esa constante de los personajes arquetípicos, extraídos del conocimiento de la literatura clásica, griega o inglesa. En “Puerto Paraíso” encontramos el siguiente diálogo teatralizado:

Gino: ¡Ofelia! Tiene usted nombre poético

Ofelia: ¿Sí? ¿Le parece?

Gino: Ser o no ser… Ofelia.

Ofelia: No le entiendo.

Gino: ¿Shakespeare?

Ofelia: ¿Shakespeare?

Gino: Sí, Ofelia… la novia de Hamlet.

Ofelia: ¿La que muere de amor?

Gino: No, la que va a Puerto Paraíso.

 Junto con el mar, el componente onírico (el mundo de los sueños) cubre los textos de una atmósfera sugerente y poética. De “Puerto paraíso”, extraigo este botón lírico de muestra, donde también aparece las indicaciones del director de teatro:

Gino.-Estaré contigo siempre. Ahora escucha. (Toca el violín) es Mozart, irreverente y genial.

Mira, las olas bailotean a lo lejos; los peces voladores revolotean con el viento. ¡Es la fiesta!

 Ofelia.- Sí, es la fiesta de nuestra boda. Llevo el vestido blanco de las novias y un bouquet de violetas dibujando mi cuerpo para ti mi amor. Adorna mi cabeza con una guirnalda de flores y toca la marcha nupcial-

Gino empieza a tocar la marcha nupcial, se escucha un disparo. La acción se congela. Gino deja de tocar. La luz del faro se enciende. Muere la tarde.

 El final parece un haiku.

Gino deja de tocar.

La luz del faro se enciende.

Muere la tarde.

 En la “La soledad”, Alfredo Ormeño se inscribe dentro de las características del relato moderno. Frente a la gran soledad que padece el personaje, que es una alusión a la soledad del hombre contemporáneo, siente la necesidad de comunicarse con el otro: “Hola” –inicia el personaje- te hablo desde mi refugio; en otro momento dice: “Hola” todavía estás ahí? Espera, no te vayas, déjame contarte mis sueños. Luego dirá: “Perdóname, pero tengo que hacértelo recordar  a cada instante. No hay tregua, tengo que aferrarme a ti”. Las escenas van surgiendo desde el sujeto, junto con sus estados de alma, con sus visiones de subconsciencia, con sus sentimientos e ideas. A modo de soliloquio o monólogo interior el personaje se hunde en el misterio primordial de su propia existencia. Es un relato que el autor me hizo escuchar hace muchos años, cuando trabajábamos en el Callao. Entonces ya tenía la intención de publicarlo.

Los grandes maestros de la espiritualidad antigua y moderna nos dicen que toda obra ética y de creación responsable debe ser erigida con el pensamiento alto y limpio. En “Del mar y otros sueños”, Alfredo Ormeño practica este ejercicio espiritual, ejerciendo no solo su arte narrativo, también expone un ideario de libertad y justicia. En la pág. 27, el autor coloca estas palabras en los labios de Misha:

Es necesario, es imperativo, crear una nueva sociedad basada en los más elementales principios de humanidad y de solidaridad. No es posible mantener este estado de miseria, ya no de pobreza sino de mendicidad”. Miles de hombres y mujeres son atacados por la tuberculosis, por el tifus y el cólera; pero para ellos no hay cura. No hay salvación, solo desesperanza”.

Los relatos nos transportan a diferentes estados de alma. Su estilo sereno que nace desde la marea no empalaga, es íntimo y recogido, de una luminosidad que evoca el ensueño y la edad madura. El espacio de la escritura equivale al tiempo de su memoria evocativa, donde el amor, la muerte y la tradición exaltan sentimientos heroicos y generosos.

 

 



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