MANUEL
DOMINGO PANTIGOSO Y EL IMPRESIONISMO EN LA REVISTA CUNAN
por. Antonio
Sarmiento
La revista Cunan apareció
en 1931 y se proyectó durante seis números, hasta el año siguiente de 1932,
tuvo como gran orientador e impulsor al pintor arequipeño Manuel Domingo
Pantigoso. Fue una revista pensada y dirigida básicamente por pintores. Esto
resultó verdaderamente innovador en una época donde la vanguardia medía sus
resultados y esfuerzos, mediante el lente y el canon literario. Había un
liderazgo por parte de los escritores sobre los pintores, como ocurría en
Europa, por ejemplo, con el futurismo y el surrealismo, donde escritores como
Marinetti y Bretón eran los que teorizaban y marcaban las pautas estéticas.
A partir de
Cunan aparecen en escena los pintores, en primera línea, dispuestos a teorizar
y compartir la experiencia plástica con la literaria, como se puede apreciar en
las siguientes palabras del primer editorial: "Los pintores vamos a escribir y es probable que lo hemos de hacer tan
espléndidamente como lo haría los escritores de profesión si les diera por
pintar". Tras la ironía implícita en estas palabras podemos
interpretar que los directores de la revista sintieron la necesidad perentoria de
proponer un espacio de reflexión para dar cuenta del proceso por el que estaban
transitando las artes plásticas en el Perú, y a la vez, querían establecer la
articulación necesaria entre las obras y el público.
Tal vez por
ello, la revista fue concebida como un órgano rotativo que apareció en Cuzco,
Puno y Arequipa e, igualmente, intentó llegar a Lima para tener un mayor radio
de influencia y acentuar el debate inaugurado por el grupo Orkopata y el
Boletín Titicaca, debate cimentado sobre bases nacionales y andinas, que en el
caso de Cunan trae el espíritu del contexto generacional a la que pertenecieron
sus directores. Nos referimos a esa generación de la crisis o del 30-36, como
la denominó el poeta e investigador Manuel Pantigoso, hijo del gran pintor.
Esta es una generación, que es también la de Cunan, eminentemente reflexiva,
analítica que hurga en las raíces y en la identidad nacional sin dejar de lado
lo universal. Una nueva conciencia para ver y sentir al Perú aparece en los
escritores, artistas e intelectuales vigentes en esos difíciles años treinta.
Es
una etapa de postvanguardia donde los artistas empezaron a cuestionar los
excesos y las estridencias de la vanguardia, hurgando en espacios más
introspectivos, más próximos a la esencia humana. El ejemplo de Vallejo es
claro, cuando manifestaba que "hay
un timbre humano, un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista,
a través de no importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores".
Vallejo apostaba por un arte que despierte "nuevos temples nerviosos" y "no el de llenarnos la boca con palabras flamantes". Estas
palabras emblemáticas iluminan los trabajos creativos de Cunan, tanto de los
múltiples grabados como de los textos literarios que tienen una marca de cuño
raigal. Por su parte, los trabajos críticos, teóricos, se abren hacia lo
universal, característica propia de la llamada generación de la crisis. Los
artículos y ensayos sobre plástica ponen hincapié, fundamentalmente en el
impresionismo, movimiento pictórico
francés, que surge a finales del siglo XIX.
El paisaje ofreció a los pintores de esta tendencia un campo donde todos
sus intereses estéticos se veían concentrados: el aire libre, el contacto con
la naturaleza, el encuentro con la luz, elementos que el artista andino
encuentra en su atmósfera habitual. Por esta vía natural, sin forzamientos
alambicados ni retóricos, esta tendencia plástica que privilegiaba la luz y el
color se adaptó a lo que el pintor de la sierra deseaba expresar: "En cuanto comencé a sentir el encanto y la
belleza de la naturaleza casi un niño -diría el pintor Domingo Pantigoso- ya no
soltaría el papel y los colores de la acuarela. Las mañanitas de sol eran mi
preferencia; las tardes con el sol dorado y rijo. El amarillo es y fue mi color."
El impresionismo -como también el telurismo expresionista- se conecta con la
emoción de los artistas andinos en la década del treinta, especialmente de los
del sur, en el descubrimiento de la naturaleza en su sentido más trascendente. La
búsqueda de la naturaleza significó la búsqueda del hombre, de hurgar en la
subjetividad humana y adentrarse en las raíces. Además, ello coincidió con ese claro despertar de la
conciencia nacional muy en boga desde los años veinte y treinta.
Los
directores de la revista recepcionaron un debate sobre pintura que había
empezado algunos años antes en la prensa de Buenos Aires, respecto a la
formación de una "plástica moderna" que giraba en torno a tendencias
representativas de la pintura, como impresionismo, fauvismo y cubismo, entre
otras. Aparecen ensayos centrales de afamados críticos extranjeros como André
Lhote, Camille Mauclair, Elef Teriade, Julio Payró y Marius de Sayas. Estos
trabajos confirman que Cunan desarrolla un espacio de polémica para el
dilucidamiento de las ideas, plegándose en el campo teórico a la tradición
vanguardista de los editoriales-manifiestos, aunque este espacio conflictivo no
sea tan visible en algunos casos, pero sin perder por ello su eficacia, como se
manifiesta en el ensayo relativo al impresionismo de Camille Mauclair, titulado
"El aire libre y el oficio en pintura". Entre otras cosas dice el
escritor y crítico francés: "Un
hombre sensitivo que vive en una ciudad, sale una mañana y llega al campo con
los ojos nuevos: ¿qué es lo que le choca en un paisaje? Es la claridad, la atmósfera,
algunas siluetas de árboles, rocas, de aldeas, algunos grandes contrastes de
colores. Que se le enseñe esto y quedará satisfecho. No tendrá necesidad de ver
en el cuadro todos los detalles que conoce el pintor, el cual vive todos los
días en este rincón; y convendrá que el mismo pintor desconfíe en su obra
demasiado esos detalles que disminuye la emoción del conjunto. El trabajo en el
estudio debe consistir en mantener los grandes aspectos de la hora y el efecto
que el artista ha escogido y de acentuarlos por la armonización razonada de
todo el conjunto. Esta armonización alrededor de una impresión de la naturaleza
es la que constituye el sentimiento y la poesía del paisaje y es más fácil
obtenerla en el estudio, lejos de las intemperies y los caprichos de la
iluminación natural".
Manuel
Pantigoso pone luces sobre esta polémica palpitante, y señala con acierto:
"En la verdad apuntada por Mauclair
hay, sin embargo, una postura que resulta a la postre rígida y dogmática porque
una obra de arte no se mide por las motivaciones que la impulsaron sino por los
resultados obtenidos. En fin, lo importante es indicar que el crítico francés
propugna no olvidar la tradición de la academia, del taller, del estudio del
pintor" (La revista “Cunan” y el pintor Pantigoso, 2014). En efecto,
esta técnica impresionista de pintar al aire libre no debe verse de manera
literal y rigurosa. Los grandes maestros del impresionismo también usaron el
taller y no solo se quedaron en la emoción virginal de atrapar la luz que se
derrocha por la mañana o la tarde. El impresionismo de Manuel Domingo Pantigoso
fue la puerta de entrada por donde el genial artista arequipeño avanzó hacia
otras expresiones, hasta llegar, incluso al límite de la abstracción. Esta síntesis
de las formas constituirían un aporte fundamental a la nueva pintura peruana.
Hay una parte importante en el trabajo artístico de Domingo Pantigoso, y es su aporte al diseño gráfico en el Perú a principios del Siglo XX. Es sabido, que el papel de este oficio lo practicaban los artistas plásticos, que desarrollaban este quehacer, a través del grabado. Algunas de las excelentes portadas de libros y revistas de aquella época, son los testigos de su maravilloso arte en el campo, lo que ahora nominamos diseño gráfico. Será necesario, rescatar en la historia general del Diseño en el Perú, su nombre, y la de varios otros importantes artistas, como lo fueron Sabogal, Codesido, Apurimak, Nuñez Ureta, Quispe Asin, Vinatea Reinoso.
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